Interpretar la violencia.
Silvia Ávila fue la encargada de dar inicio a la segunda noche preparatoria, bajo el título: «Violencias». Organizada alrededor del primer eje de trabajo, propuesto por la Comisión Científica. Ante una sala colmada, destacó el sesgo artístico que acompaña esta nueva edición. El grupo «Escombros» como «artistas de lo que queda» ha intervenido en sus obras desde una orientación que se emparenta con la del analista, «la salvación por los desechos».
Stella Lopez a través del análisis del documental Pibe chorro (2016), de Andrea Testa, y de la película ¿Qué puede un cuerpo? (2014), dirigida por César González, planteó cómo en nuestra sociedad uno de los enemigos comunes asociados a la violencia en las calles es el «pibe chorro». En el documental, la forma del Otro degradada e inmoral alimenta la idea de una sospecha generalizada, vía de la criminalización de la juventud. En la segunda, el personaje encarna una de las versiones del objeto en tanto desecho. Es sobre esos bordes del objeto sin destino que puede desencadenarse la violencia, apuntó con Lacadee.
Se trata de despegarse no del gusto por la carroña, sino del límite en que la palabra deviene carroña. ¿Cómo orientarnos por una ética que sin negar la pulsión de muerte tampoco caiga en la aceptación del destino trágico?
Josefina partió de puntualizar: «la violencia es propia de cada ser hablante» (Briole). Hobbes recurre a la ficción posible para refrenarla, el «contrato social». Renuncia que permite el establecimiento de una autoridad que está por encima de ellos, con la cual se sienten identificados. Renuncia, autoridad e identificados, fueron los términos que retomó para analizar las violencias contemporáneas en la época del Otro que no existe.
Distinguiendo con Lacan la intención agresiva de la tendencia agresiva, formuló: ¿no es acaso ese extranjero íntimo aquel que moviliza la violencia segregatoria, lo que cosquillea en cada quien?
Como Stella López, hará referencia a la paranoia social contemporánea, el Otro que no existe genera subjetividades desengañadas, no incautas. ¿Cómo operar desde el psicoanálisis, allí donde la violencia irrumpe como un real, sin historia, sin ficción?
Frente a un goce ilimitado, en los confines de la palabra propuso la noción de borde a constituir entre saber y goce, un esfuerzo de poesía a la vez dulce y violento, como resulta toda interpretación que apueste a un estar en el mundo como ser hablante.
Graciela Gonzalez, planteó: ¿si la cicatriz del padre retorna en segregación, en la lógica del todo y la excepción, hay posibilidad de sintomatizar el odio? La lógica no toda, sería una respuesta posible al absoluto, alternativa al todo que subyace en la lógica segregativa.
Con la palabra que hiere y su cicatriz, cada parlêtre hace su propia resonancia. ¿Qué de la interpretación por el equívoco hace operativa su función, e incide en la pulsión de muerte del síntoma, o el goce que anida en las violencias segregativas?
A la altura de La Tercera, Lacan indica que el síntoma no se reduce todo al goce fálico. Los goces en la escritura del nudo RSI, distribuyen su economía: fálico, fuera de cuerpo, entre S/R y fuera de lo imaginario. Y un goce en el cuerpo, entre I/R fuera de lo simbólico del que nada podríamos decir, pero «se siente»
¿Cómo se produce, un goce Otro, que incide en el tratamiento del goce fálico cuando éste cierra del lado fálico? La equivocidad introduce allí un vacío, hace resonar otra cosa fuera de lo simbólico.
Uno de los hilos de la animada conversación, posterior a los trabajos, fue poniendo en forma los diferentes rostros de la pulsión de muerte. Es posible hacer del odio un síntoma? El pasaje al acto o el acting out como patologías del acto se diferencian del síntoma. Como analistas bajo transferencia podemos contar con la posibilidad de iluminar en la experiencia analítica qué tipo de elaboración fue posible en cada caso. La tercera reunión preparatoria hacia las VI Jornadas, de abordaje clínico, será una excelente oportunidad para ello.
Reseña realizada por Christian Martín.