Argumento
La práctica analítica en las diversidades constituye el tema de trabajo propuesto para las IX Jornadas de la Sección a desarrollarse el 29 de octubre del presente año.
En esta ocasión, la Comisión Científica de las Jornadas –junto con el Directorio y la Instancia Diagonal– decidió innovar la forma de presentar un argumento de trabajo.
A continuación, no encontrarán un solo y único argumento, sino más bien tres textos que –en su diversidad de estilos, énfasis o acentos– funcionarán como elementos inaugurales de la serie de trabajo hacia las IX Jornadas de la EOL-Sección La Plata.
El conjunto de los textos presentados permitirá abrir los principales interrogantes sobre la práctica analítica en la civilización de las diversidades. ¿A qué llamamos práctica analítica y cómo practicamos el psicoanálisis en nuestro tiempo? ¿Qué límites y alcances tiene el significante «diversidades»? ¿Cómo indagamos los efectos de la política del síntoma en el campo de la biopolítica?
Cada uno de estos interrogantes serán desplegados y analizados en profundidad en los siguientes textos, en el intento de trazar líneas de trabajo que permitan orientarnos hacia nuestras Jornadas.
¡Buena lectura!
I
El título de nuestras IX Jornadas nos incita a indagar la orientación de nuestra práctica en relación con las «diversidades», un término que tiene gran prestigio social. ¿Qué le aporta la práctica analítica al campo de las «diversidades»? ¿Cómo la apertura al significante «diversidades» lleva a ventilar principios del propio psicoanálisis?
Lo primero es una convergencia: ¡la práctica analítica es en las «diversidades»! Eso implica exaltar que su hábitat no es el de la homogeneidad.
La práctica analítica no solo habita en la diversidad, sino que encarna una ética que se opone a la tendencia a lo homogéneo. Esta pendiente hacia la homogeneidad podemos leerla en tres vertientes:
En el espíritu científico que impulsa la univocidad del imperio algorítmico, y liquidar del lenguaje todo signo de lapsus, juego de palabras, goce de bla bla.
También en la ficción igualadora del derecho, y en el imperativo kantiano-capitalista que fuerza a una ronda sin fin hacia el «todos consumidos» por una lengua mortífera que entroniza el objeto a en el cenit.
En este primer plano la práctica analítica agita la diversidad en cada rincón de la polis, haciendo escuchar al misterio del cuerpo hablante más allá de la ilusión de borrar sus huellas en la transparencia de la neuroimagen, ejerciendo la suposición del sujeto del inconsciente como revés del sujeto del derecho, y poniendo en juego el valor único del amor de transferencia contra la dirección absoluta de forcluir todo signo de falta.
La práctica analítica implica alojar decididamente la profunda diversidad del ser parlante como sufrimiento y opacidad, despertando en cada caso el trauma e invento singular y sinthomático de cada uno, vez por vez, sin ninguna chance de decir «todos», ni de apoyarse en ningún imperativo de uniformidad.
Un segundo sesgo es la diversidad como designación de la multiplicidad de presentaciones subjetivas: nominaciones, identificaciones, prácticas de goce, multiplicidad de género. Esta dimensión de la diversidad está indexada con cierto valor de ideal social en oposición a las referencias simbólicas y de goces universales y tradicionales.
En esta frecuencia la práctica analítica ¡se sumerge! Podría decirse que es dócil a las presentaciones de esta diversidad, incluso se nutre sobre la variedad de modos de anudamientos subjetivos. Es desde esa decidida inmersión, que no retrocede en la apuesta, en cada caso, de abrir la hiancia por donde hacer respirar una pregunta subjetiva, así como de encarnar la pasión analítica sin ninguna voz canónica en el horizonte. Es la invocación de Jacques-Alain Miller por un esfuerzo de poesía de los analistas del mañana en la era postpaterna. [1]
Un tercer sesgo viene de la pregunta que la diversidad clasificatoria le genera al psicoanálisis. Siguiendo la puntualización exquisita de J.-A. Miller [2] sobre las psicosis: hay una tensión permanente en Lacan entre la relación con la verdad que lleva a todos delirantes, y el relieve a dar a lo real del padecimiento psicótico que no es una apariencia. Hay que mantener juntas estas dos postulaciones, la inclinación a defender solo la primera puede llevar a que la psicosis sea un semblante social y anulamos su real, pero si nos inclinamos por la segunda, está el peligro de volverse demasiado técnicos, instaurar barreras y protegerse de la locura.
Por eso Lacan en el ’67 felicitaba al joven psiquiatra cuando confesaba estar concernido y angustiado por un paciente, aunque la angustia sea poco fiable para dirigir el tratamiento. [3]
Tal vez esta tensión permita trazar una buena dirección frente a la discusión sobre la diversidad clasificatoria y la despatologización: el practicante del análisis se orienta por las estructuras diferenciales del pathos del sufriente, pero no sostenida en ningún tipo de ideal de funcionamiento ni de doctrina divinizada, sino desde una posición de decidida «humildad analítica», basada en la convicción de un trabajo permanente sobre su propia locura.
Finalmente, nos convoca una práctica animada por un deseo: el deseo del analista, una «x» que nunca converge con nada objetivable, ni con anhelos, ni con ninguna demanda, con ningún ideal científico, ni aspiración de enseñanza ni de dominio. Funciona desde una diversidad radical con toda identificación posible y con toda forma de verdad prescrita o de garantía. Solo hace eco con una escritura que Lacan sostuvo desde sus primeros grafos hasta su última enseñanza como clave fundamental de lo que moviliza un análisis: el enigma del Ⱥ (el Otro barrado). En esa letra de Otredad barrada anida la repuesta última sobre lo que vivifica un análisis, y tal vez palpita la diversidad estructural de la práctica analítica y su entusiasmo por promover que cada sujeto pueda hacer con lo insoportable de su diversidad sufriente, su propio invento.
Gabriel Racki
II
El término «diversidad» constituye, hoy en día, un significante de uso habitual en el campo de la práctica política, y del derecho articulado a distintas reivindicaciones sociales, como así también, en el ámbito del discurso universitario.
Desde dicha perspectiva, observamos que nuestra civilización se caracteriza por cierto cuestionamiento a cualquier universal que pretenda anular las diferencias, no solo en el campo de la cultura de los pueblos, sociedades o grupos, sino también, en la dimensión del género, el sexo, la identidad, en definitiva, de los estilos de vida.
Por lo tanto, la diversidad se sostiene en un movimiento hacia lo múltiple que da cuenta del profundo cambio operado en la sociedad de la tradición, producto de la declinación del significante del Nombre del Padre en la cultura.
Desde el campo biológico, pasando por las conductas, hasta llegar a lo sociocultural –diversidad biológica, genética, funcional, sexual, lingüística, étnica, cultural– constituyen formas de nombrar la diferencia y la variedad de fenómenos que se encuentran en cada uno de estos campos.
Por otra parte, llama la atención la utilización del plural en el título de nuestras Jornadas, más teniendo en cuenta que el término diversidad contiene en sí mismo la multiplicidad, ¿por qué hablamos de «diversidades» y no de «diversidad»? Una posible respuesta, sería que el término «diversidades» nos permite cernir mejor, no solo lo múltiple aplicado a un campo, sino también el dominio –y el real– de dicha lógica en nuestra civilización, conduciéndonos así a lo que Eric Laurent nombró como «la época del sinthome«.[4]
La época del sinthome constituye la manera en que, desde el psicoanálisis, nombramos las «diversidades» –en su dimensión concerniente al síntoma como modo de goce– en nuestra civilización.
El despliegue del discurso científico ha sido fundamental para entender esta crisis –en la dimensión de la creencia– que afectó a aquellos significantes que operaban como universales al momento de normativizar el goce. Ya no nos encontramos en ese punto, cada quien tiene su forma, pero ello no implica la desaparición de la dimensión de la creencia, propia del parlêtre en tanto cuerpo afectado por la palabra. Constatamos, entonces, cierto desplazamiento en esta dimensión, ya que lo que se pone en juego es la creencia en el síntoma de cada uno, del uno por uno, y en este sentido constituye lo que resta, en la civilización de la ciencia, del régimen de la creencia.
Por ello, resultan de interés los debates de la psiquiatría actual, ya que dan cuenta de que no se trata solo de la falla de las clasificaciones –del punto imposible de clasificar– sino de la crisis generalizada al momento de constituir un diagnóstico estable. Diferencia central, que nos indica el cambio de época, ya que no resulta lo mismo contar con la estabilidad de una categoría –aun con lo imposible de clasificar– que con el hecho de que se torne imposible arribar a un diagnóstico estable.
Frente a dicha imposibilidad, la apuesta de la psiquiatría actual –que ya no pasa ni por la clínica de la mirada, ni de la medicación–, se corresponde con la edad de los algoritmos, basando su práctica en la recopilación y tratamiento masivo de datos concernientes a la Salud Mental. El impasse de la psiquiatría deriva así, en un intento de constituir una clínica psiquiátrica sin psiquiatras.[5]
Por otra parte, dentro de los discursos actuales, que operan como una respuesta a la época del sinthome, situamos la fuerte tendencia a la despatologización, sostenida en el privilegio de la escucha sobre la interpretación que introduce un contrapunto entre el sujeto del inconsciente –sujeto dividido– y el sujeto del derecho que rechaza la interpretación.
Si bien la reivindicación de la despatologización nos reenvía al campo de los derechos del sujeto y a la lucha de distintos colectivos sociales, para acotar determinadas prácticas que a lo largo de la historia han oprimidos y sancionado a aquellas subjetividades alejadas de las normas establecidas, la misma parece desconocer la locura singular del parlêtre, al empujar hacia un oscuro ideal de salud mental.
Desde estas coordenadas, podríamos preguntarnos qué orienta la práctica analítica en este tiempo. Si tenemos en cuenta, que toda adquisición de derechos no escapa a la gestión del amo de la biopolítica actual, diría que la práctica analítica se sostendrá en la política de síntoma.
Nuestras Jornadas constituirán una excelente ocasión, para formalizar la política del síntoma en el marco de la práctica del psicoanálisis en la actualidad. A grandes rasgos, diremos que la misma implica la desarticulación de cualquier intento clasificatorio proveniente de la ciencia y orientado hacia prácticas de gestión biopolíticas.
El discurso analítico inscribe el imposible lógico –No hay relación sexual–, desde el comienzo. Frente al agujero de la no relación, a la falla estructural de la mentalidad, Lacan responderá: «Todo el mundo es loco, es decir delirante».
Por otro lado, respetar el modo de gozar singular desde dicha perspectiva –»todos locos»–, implicará una despatologización que, al no sostenerse en un ideal social o sanitario, no rechazará la creencia en el síntoma, como tampoco su interpretación.
Por último, vale la pena indagar la diferencia planteada por Miller en torno a creer y comulgar con un real,[6] como asimismo explorar la vía que traza Eric Laurent[7] al considerar que la creencia en el síntoma constituye un punto de detención del empuje superyoico actual.
Christian Ríos
III
La práctica analítica puesta en cuestión, en tanto cada invitación a estudiar, releer, extraer consecuencias, tomarse un tiempo, es un llamado –el nuestro, en esta ocasión– para considerar algún matiz pasado por alto, un detalle a subrayar, un encuentro con una frase distinta.
Entre lo mismo y lo distinto, entre el hábito y lo inhabitual, entre lo presupuesto y lo sorpresivo, entre lo que sostiene el desliz y lo que lo interrumpe, transcurren las vidas de quienes, en algún momento crucial, en una encrucijada, se dirigen al psicoanálisis como discurso primero, hacia alguien que se haga agente de tal discurso, después.
Lo diverso, como cualquier significante en su equivocidad, podría sellar su signo si le aproximamos alguna semántica, preferimos desgranarlo, por distinto y por método: diversión analítica. Así pues, si a diverso lo equiparamos a los comienzos de la práctica, podríamos invitar a escribir solo sobre un eje: «las diversidades» en el plano de las identidades y las identificaciones, nuevos modos de presentación ¿desclasificatoria o clasificatoria? Si apuntáramos hacia lo último, nos precipitaríamos hacia lo que un análisis propende en la producción de lo singular, en el arco hay matices inexplorados de lalengua.
Tomemos nota, hay tiempos lógicos que se correlacionan con temas de reflexión sobre la experiencia analítica. A sus 67 años Jacques Lacan con su «Propuesta», a sus 81 años Sigmund Freud con su «Análisis terminable e interminable», presentaron marcas que pueden ser leídas en términos de extensas casuísticas, la de Lacan y la de Freud, en las que ambos precipitaron –como en un líquido se precipitan las partículas sólidas– preguntas sobre análisis que habían llevado y llegado, a su tiempo de concluir. Este año nuestra Escuela de la Orientación Lacaniana cumplió 30 de su fundación, ha habido tiempo para que algunos análisis concluyeran, a su vez siendo una comunidad porosa y activa, colegas que comienzan su práctica atraviesan sin duda, otras experiencias; aunque si llevamos al extremo que cada sesión es una nueva sesión, cada practicante puede abrirse a ¿lo distinto, lo diverso?, cada vez que recibe a alguien.
Así pues, en medio de la reflexión colectiva y particular, sobre lo terminable y los comienzos de cómo se analiza hoy, es posible retomar la afirmación que puso la Escuela a tratar en sus Primeras Jornadas del año 1992: «Lo que no se sabe».
¿Qué de lo singular, qué de lo diverso, encuentran los practicantes de la Sección La Plata de la Escuela de la Orientación Lacaniana cuando comienzan los análisis y más allá?
Germán Schwindt
Ejes temáticos
Para concluir y deseándoles un fructífero trabajo, les acercamos los ejes temáticos que orientarán la presentación de textos libres:
- Actualidad de las clasificaciones
- Sujeto del inconsciente y sujeto de derecho
- Patologización y despatologización
- Sinthome y biopolítica
- El discurso analítico y las diversidades
- Las diversidades en las presentaciones de los sujetos
- Clínica del sinthome
- La posición del analista y lo singular del goce en la época de las diversidades
- Deseo del analista y diversidades
- El amor en la época del sinthome
- La nominación en la civilización actual
- Los nombres y las diversidades
- Nombrar para
- El goce y sus nombres
- Lo diverso y la iteración de goce
- Identidad y goce
NOTAS
- Miller, J.-A., (2002-2003) Un esfuerzo de poesía, Paidós, Buenos Aires, 2016, pág. 291.
- Miller, J.-A., (2007-2008) Todo el mundo es loco, Paidós, Buenos Aires, 2015, págs. 311-312.
- Lacan, J., (1967) «Breve discurso a los psiquiatras», inédito.
- Laurent, E., «La época del sinthome», Conferencia dictada en la Facultad de Psicología, UBA, 27/11/2019, https://www.youtube.com/watch?v=wuDkFM9ZrWo&ab_channel=UBApsicologia
- Laurent, E., «La clínica del sinthome», Clase inaugural de la Sección Clínica de Madrid, 9/10/2021, https://www.youtube.com/watch?v=N2YkcoJQfNs
- Miller, J.-A., «El inconsciente y el cuerpo hablante», Conferencia pronunciada en la clausura del IX Congreso de la Asociación mundial de psicoanálisis, 17/04/2014, https://www.wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2742&intIdiomaArticulo=1
- Óp. Cit. n° 2.
Imagen: «Esperar» (Collage digital, 2020), por Martina Mezzetti. Docente y Licenciada en Artes Visuales con orientación en Grabado y Arte Impreso
Instagram: @martiimezzetti