Palabras del Director saliente Eduardo Suárez
Pasaba por Buenos Aires para un festejo familiar cuando Mauricio Tarrab me anticipó, apenas antes de que saliera oficialmente, que iba a ser Director. Podría haberlo calculado, de hecho muchos lo habían calculado. Pero yo no. Vaaaamos. Yo no, y si así hubiese sido, no cambiaba nada, porque quedé perplejo. Al momento del brindis de aquel festejo lo solté tímidamente, pidiendo reserva. Y contagié la perplejidad a la familia presente que supo que algo importante pasaba pero no se entendía bien. Luego el festejo siguió y ya no se sabía bien qué se festejaba, en fin, toda una mezcla, mi vida empezó a ser así. O ya venía siéndolo, qué más da. Mejor decir por lo que fue pasando luego que mi familia se amplió. Y con ello, las responsabilidades.
Tuve que aprender todo. Traía una cierta experiencia en funciones directivas, en los grupos, en la universidad, etcétera, pero esto no se le parecía en nada. Además, se trataba de un camino inédito, era el primer director y había que poner en marcha cada cosa. No voy a aburrirlos con historias, ni épicas, los tiempos son cortos y es mejor condensar, lo hicimos, lo fuimos haciendo y lo seguirán haciendo, hoy nuestros queridos «entrantes» y mañana cada uno de ustedes. Solo quiero decirles que no descansamos en otros jamás la responsabilidad a la hora de armarnos un criterio, una idea, una posición para llevar adelante cada cosa. No hubo noche, actividad, invitado, tema, jornada, mensaje, reseña, que no haya sido concebida, calculada, sopesada o revisada por este directorio o este director.
Luego seguían las consultas, los debates, los consensos, los disensos, más consultas y segundas vueltas. Por supuesto, como la dialéctica nunca es perfecta, los tiempos limitados, y las instancias múltiples, muchas veces la cosa se traba y se trabó, se nos pasó, se nos cortocircuitó, y se dejaron ver los síntomas. Por suerte fue así, después de todo ¿quién pretendería en una institución Lacaniana y orientada por J.-A. Miller, una burocracia perfecta? Y también por suerte siempre fueron y serán, de una manera u otra señalados e interpretados.
Claro, uno desearía desde este lugar que la interpretación siempre fuese Lacaniana… pero, como tampoco nadie puede saber de antemano lo que eso significa, ella habrá sido Lacaniana según sus efectos. Asumo personalmente los errores y las desprolijidades, en particular, todos aquellos que se presentaron como diría J.-A. Miller, como dato espontáneo a la conciencia bajo la forma de un «¡¿cómo?!» «cómo no lo vi», «cómo no me di cuenta», «dónde estaba», «cómo se me pasó». Eso significa que debería haberlo visto, debería haberlo sabido, debería haberlo pensado, y aprendí, Adriana Testa me ayudó, que es un deber alegre porque simplemente está en mi responsabilidad es la vida en el cargo.
Si somos lacanianos debemos decir que esos errores fueron con toda intención, equivocada, surgida muchas veces de la impostura, de creerse el cargo y por lo tanto tener el saber, el poder y la capacidad de hacer solo, lo que es beneficioso para la sección. Espero no haber entrado en otros. Intereses de grupo, amiguismos, pactos, mutualismos. Entré sí, como decía, en una familia ampliada, de trabajo, a la que me incorporé hace tres años y que no se va a disolver en el afecto, así nomás. Quiero por eso, considerando los agradecimientos que ya hice en las jornadas, esto es, al acompañamiento del Consejo de la EOL, el de los distintos Directorios de la EOL, de nuestras Instancias, Diagonal y Consultiva, agradecer muy singularmente a mis compañeros y en ellos a su vez a sus compañeros. A Cristina Coronel la dedicación y rigurosidad en la ardua tarea de sostener a diario y periódicamente las publicaciones. A Carlos la humildad y la disposición a hacer lo que hiciera falta en el momento que sea, una gauchada tras otra, y otra más, con la que acompaño la difícil tarea de hacer existir hoy en día una biblioteca en la Sección. A María Laura Errecarte ese deseo, indestructible, que puso en cada cosa que le tocó, a la hora de despertarnos como equipo, y mucho, mucho, de ese ánimo que supo hacer pasar desde la Sección a la ciudad a través de los carteles. Y a Paula, a ella, simplemente todo.
La primera en hacerse cargo, en resolver, en pensar, en llamar y todos todos los verbos que se les ocurran. Ella ha sido el corazón absoluto de esta gestión y en su persona como dije en las jornadas agradezco a cada uno de ustedes por cada cosa que hicieron. Respecto de eso, del trabajo compartido todos los días, de esos lazos con tantos de ustedes y con tantos otros, de los tantos lugares y rincones de la Escuela que no conocía, y que de otro modo no podría haber conocido, me sale decir las palabras del Segundo Sombra que leí en mi infancia, «me voy, como quien se desangra».
Ya les va a tocar. Respecto del trabajo por venir me voy tranquilo, confiando plenamente en quienes vienen y quienes permanecen en la ID, especialmente nuestros amigos José Lachevsky y José Damiano, y feliz por comenzar, sí, en mi caso comenzar, a transitar el trabajo de base con las palabras de Lacan en su acta de fundación: «El cargo de dirección no constituirá una parcela de poder cuyo servicio prestado se capitalizaría para el acceso a un grado superior y nadie habrá de sentirse degradado por volver al rango de un trabajo de base». Queridos, gracias por este honor, y por el amor a la causa con en el que me han acompañado.