El cartel es para mí un dispositivo que funciona como un caleidoscopio, hay determinados elementos que son constantes mientras dura el cartel, como el más uno y los miembros; y hay otros elementos que varían, que se mueven, que se conjugan para crear en cada encuentro nuevas figuras, que van armándose según los movimientos, de manera que a veces se privilegia el trabajo sobre un texto en común, y otras veces se da lugar a la singularidad, al rasgo de cada uno. Esto genera que la bibliografía sugerida vaya modificándose en función de lo que cada miembro va produciendo en cada encuentro, así como también el rasgo va mutando hasta que un escrito decanta como producto y el caleidoscopio para de girar para quedar detenido en esa figura.
He tenido la oportunidad de participar de varios carteles. Del primero no tengo mucho para decir porque finalizó de manera abrupta, tuvimos un par de encuentros con el más uno, pudimos delimitar el rasgo de cada uno, pero no llegamos ni si quiera a empezar.
El segundo si dejó una serie de marcas que pasaré a relatar. El más uno cumplió una función esencial para mí. Era alguien muy provocador, muy peleador, significante que lo nombra en lo más absoluto de su singularidad. Nos reuníamos cada dos meses, a veces más seguido; en cada encuentro alguno de los miembros llevaba algo escrito y era ese el momento donde se producía un intercambio que podía ir desde recibir una sugerencia, algún comentario alentador y muy agradable, pero también otras veces el más uno decía que tal cosa no era del modo en el que lo estábamos planteando; en otras oportunidades traía al encuentro la voz de la Escuela y nos decía que en la Escuela se dice tal cosa, o ya no se usa tal término por tal o cual razón, o en la Escuela se ha discutido mucho al respecto y se llegó a tal conclusión, que está en tal escrito, etc.
Al principio, esto de encontrarnos para discutir me resultaba un tanto incómodo, hasta que con el tiempo pude ir haciendo un uso de esa propuesta. Entonces empecé a escribir sabiendo que ese texto iba a ser desempolvado, provocado, sacudido, y con el tiempo también descubrí que ese estilo a mí me venía muy bien, porque el problema es que yo estaba buscando que la teoría cierre, que Lacan no se contradiga, que la teoría psicoanalítica sea un corpus homogéneo, coherente, sin fisuras, sin agujeros, sin idas y vueltas; es decir algo muy aburrido, muy serio, muy solemne que se tornaba para mí algo sin salida y aun peor, se trataba de una búsqueda que no llegaba a conectarse con mi práctica clínica. Me había aferrado y fascinado por la teoría buscando que no falle, un Otro completo.
El siguiente cartel, tercero de la serie, vino a cortar de algún modo con esta búsqueda del Otro de la teoría que me permitía taponar el vacío que conlleva, para mí, la soledad del analista en el consultorio. Este cartel, fue muy distinto del anterior, tuvimos dos o tres encuentros con el más uno, pero si muchos entre los miembros del cartel que nos reuníamos cada 15 días a leer El Seminario RSI. Yo seguía interesada por encontrar una explicación para todo, y buscaba saber la historia de cada concepto. Por ejemplo, ¿cómo llega Lacan al concepto de sinthome?, ¿por qué lo llama de ese modo, cuándo es la primera vez y dónde lo empieza a utilizar? De hecho ese era mi rasgo en este cartel. Hasta que la última vez que nos encontramos con el más uno, ocurrió lo siguiente: cada uno de los miembros llevó algo escrito, y lo leímos. Cuando yo termino de leer lo que había sido mi «rastreo», mi «búsqueda conceptual», le digo al más uno que no se me ocurría por dónde seguir, y ella me dijo: «No termino de entender cuál es tu pregunta. Vos tendrías que referenciarte más en tu práctica clínica o en tu análisis». Estas palabras me permitieron salir de la búsqueda en la que estaba, o por lo menos, dejar de buscar una teoría que me acompañe y que tape el vacío que la soledad del consultorio produce.
En el último cartel, que se inició el año pasado, arranqué justamente por mi práctica, y tengo todo el tiempo muy presente que si la teoría no se puede conectar con la clínica, no voy a poder formular una pregunta que sea realmente mía.
Mariella Lorenzi