El escabel de La Plata- Revista de Psicoanálisis
Número 3 – Año II 2021
Reinvenciones en psicoanálisis
Por Nieves Soria
Agradezco la invitación de Cecilia Fasano y del comité editorial de El escabel a participar de este conversatorio sobre un número de la revista que captó mi interés apenas salió. Me toca hablar de las reinvenciones, y quisiera comenzar con un párrafo de un texto que me evocó el editorial de Cecilia Fasano, cuando se refiere a las reinvenciones sobre un no-progreso, en relación con el espíritu beckettiano de volver a fracasar, cada vez mejor. El párrafo está extraído de un texto de Cortázar titulado «Me caigo y me levanto»:
«Hay quien ha sostenido que la rehabilitación sólo es posible alterándose, pero olvidó que toda recaída es una desalteración, una vuelta al barro de la culpa. En efecto somos lo más que somos porque nos alteramos, salimos del barro en busca de la felicidad y la conciencia y los pies limpios. Un recayente es entonces un desalterante, de donde se sigue que nadie se rehabilita sin alterarse. Pretender la rehabilitación alterándose es una triste redundancia: nuestra condición es la recaída y la desalteración, y a mí me parece que un recayente debería rehabilitarse de otra manera, que por lo demás ignoro».
Estamos en una época en la que la reinvención está de moda. Todo el mundo se reinventa continuamente, incluso diría que es la condición que impone el discurso amo que nos gobierna, el discurso capitalista. Debemos ser siempre nuevos, estar siempre renovados, como ya recordaba J.-A. Miller en 1998, cuando gritaba «¡algo nuevo!, ¡algo nuevo!, ¡algo nuevo!» en su conferencia «El síntoma y el cometa»[1], indicando así el imperativo de novedad que nos rige -incluyendo allí a los psicoanalistas-, y el temor a la obsolescencia que impone la época.
En tiempos en que se borra la frontera entre lo público y lo privado, escuchamos a diario los testimonios de los famosos, ya sean artistas, actores, políticos o influencers de las redes. ¿Y de qué nos hablan, si no de cómo se reinventan de continuo, para permanecer siempre nuevos, para poder venderse? Así, la reinvención es un significante amo del discurso capitalista, que, de la mano de la tecnociencia, nombra un saber-hacer producto de una lógica constructivista, de autoconfiguración y autonominación en la que yo y sus espejos mandan, desconociendo que el culto contemporáneo de lo nuevo no es más que un vestido a última moda de la muerte, como señalaba en esa oportunidad Miller.
Ya en aquel momento, hace más de 20 años, Miller subrayaba «la inquietud que despierta en algunos sectores del psicoanálisis que la cultura nos pueda volver obsoletos», indicando que «están tan infiltrados por el síntoma de la cultura contemporánea, que tiemblan de saber que tendrán cien años dentro de poco» [2]. Frente a ese estado de cosas, apostaba a la singular relación del psicoanálisis con lo nuevo, muy distinta de la relación común con lo nuevo en la cultura contemporánea. Me pareció escuchar una resonancia de ese orden en el juego que hace Cortázar en su texto entre recaída, desalteración, alteración y rehabilitación, y por eso lo traje para ustedes.
En este número de El escabel es posible seguir el hilo de esa singular relación del psicoanálisis con lo nuevo, que hace de las reinvenciones en análisis algo absolutamente original. Incluso en cierto sentido diría que se trata de reinvenciones inútiles, inútiles desde el punto de vista del utilitarismo que rige las reinvenciones de moda. Este hilo tiene dos hebras que se entrelazan: la de las reinvenciones en el análisis y la de las reinvenciones del psicoanálisis.
Las reinvenciones en el análisis
Freud planteaba que el síntoma es un resultado de la amalgama entre la pulsión y la fantasía, definiendo a esta última como un producto de la invención del inconsciente[3]. Podríamos afirmar que en, en la medida en que es un tratamiento singular de la pulsión, el síntoma es el invento de cada parlêtre. Esta perspectiva es retomada por Lacan al plantear que todos inventamos un truco, una cosa, ante el agujero traumático de la no relación sexual, lo que nos hace incomparables, como señala Leonardo Gorostiza en su entrevista, en la que el hilo de la reinvención en el análisis puede leerse en la línea joyceana de hacer pasar el síntoma al estado de obra, lo que ya implica una salida ingeniosa, al estilo del witz, que finalmente es una reinvención de la lengua. Como plantea Lacan en la clase del 17 de abril de 1977 del Seminario 24, la invención de un significante nuevo sería del mismo orden del chiste, que consiste en servirse de una palabra para otro uso que aquel para el cual está hecha.
En esta misma vertiente se sitúa la definición que hace Mónica Boada de la política del síntoma como una operación de sublimación del fracaso, que es subido al escabel. La reinvención en el análisis está ligada a un saber-hacer allí con el síntoma, como señala Irene Kuyperwajs, lo nuevo es allí otra lectura. Este saber-hacer allí no es sin la intervención de una operación artesanal, que desemboca, según la fórmula que propone Anne Lysy, en una mezcla más o menos lograda de performance y escritura. Esta operación artesanal es originalmente interrogada por Marcus André Viera en la perspectiva del bricolage, y se encuentra en el horizonte del planteo de Raquel Cors Ulloa, que se abre al surgimiento de la singularidad de un estilo en el final del análisis. Quizás, como señala Florencia Dassen, ese estilo no es más que una luz distinta que adquiere el hueso, produciendo un efecto en el cuerpo.
Pero resulta que, como en el Finnegan’s Wake, la serpiente se muerde la cola: tal como planteaba Lacan en la apertura de su seminario Les non dupes errent, el final no es más que un nuevo comienzo, dimensión acentuada por Juanqui Indart, quien subraya lo nuevo en el amor como la reinvención propia del análisis, situando a esta última como equivalente del recomienzo. Renacimiento, decía también Lacan en «Observación sobre el informe de Daniel Lagache»[4].
Las reinvenciones del psicoanálisis
Freud proponía escuchar a cada analizante como si fuese el primero, como único, singular. Abría así la perspectiva de la reinvención del psicoanálisis en cada análisis. En esta vía podríamos leer la valiosa referencia que trae Mónica Boada a una intervención de Lacan en 1978, en la que planteaba que es preciso que cada psicoanalista sea forzado a reinventar el psicoanálisis. Podría decirse que es exactamente esa perspectiva la que anima a Lacan en su lectura sintomática y sinthomática de Freud, dando lugar a una reinvención mayúscula del psicoanálisis.
Sigámoslo en la página 130 del Seminario 23: «Yo transmití muchas de estas cosas que se llaman freudianas. (…) Pero, en lo que llamo lo real, inventé, eso se me impuso. (…) Esto es algo que puedo decir que considero como nada más que mi síntoma. (…) Ya vemos ahí que es una manera de llevar el sinthome mismo al segundo grado. En la medida en que Freud hizo verdaderamente un descubrimiento -suponiendo que este descubrimiento sea verdadero-, puede decirse que lo real es mi respuesta sintomática. Reducir esta respuesta a ser sintomática es también reducir toda invención al sinthome«. Esta operación de llevar el sinthome a un grado segundo es realizada por Lacan en posición analizante, partiendo del síntoma producido por su lectura de Freud.
Ahora bien, el texto de orientación de este número, «Las buenas noticias del progreso», de J.-A.- Miller, plantea en 2006 un problema propio de la época que nos toca vivir, en la que el imperativo de evaluación y el lenguaje de la contabilidad, animados por la obsesión por la rentabilidad como esencia del utilitarismo, empujan a una posibilidad de mal fracaso: aquél que conduciría a una reinvención cognitivo-conductual del psicoanálisis. En 2021 Miller nos pone a trabajar sobre otra vertiente del discurso de la época que interroga y cuestiona al psicoanálisis: el discurso de género, con las fenomenales transformaciones que supone en todos los ámbitos de la vida del parlêtre, tanto el familiar, el jurídico, el de las relaciones entre los sexos como el lenguaje mismo.
También entre los psicoanalistas vemos abrirse las aguas entre posiciones de queerización (de las que fue pionero Jean Allouch) que no vacilan en liquidar ciertos fundamentos del psicoanálisis, desembocando in extremis en el llamado psicoanálisis con perspectiva de género, y posiciones que sostienen en los fundamentos un decir propiamente psicoanalítico ante las variaciones que introduce la época. En este punto es fundamental el planteo de Adriana Fanjul: la reinvención que impone la época al psicoanálisis no es sin la acción lacaniana, es decir, la participación de los analistas en los debates de la época. Se trata, efectivamente, de una participación en acto, es decir, asumiendo una posición acorde al discurso analítico.
En el texto de orientación Miller destaca la importancia de la posición lacaniana de «dar vergüenza» en nombre del honor, en oposición a la tiranía de lo útil. Me parece que los distintos artículos de esta revista indagan maneras de mantener el honor de eso inútil que hace causa en el discurso analítico, y que nos lleva a reinventar ese modo de lazo social inédito que, en palabras de Claudio Godoy, es el psicoanálisis.
NOTAS
- Miller, J-A. «El síntoma y la cometa», en Fundación del Campo Freudiano (comp.) El síntoma charlatán. Buenos Aires: Paidós, 1998, p. 13.
- Ibíd., p. 18.
- Freud, S. «Los caminos de la formación de síntomas», en Obras completas, vol. 16. Buenos Aires: Amorrortu, 1978, p. 336, p. 340.
- Lacan, J. «Observación sobre el informe de Daniel Lagache», en Escritos 2. Buenos Aires, Siglo XXI, p. 662.