Miércoles 3 de Junio de 2020, 20:00 hs.
El pasado 3 de junio se llevó adelante la primera noche de Directorio de nuestra Sección, la cual pudo ponerse en forma gracias a la plataforma virtual.
En esta ocasión, los invitados fueron Daniel Millas, Presidente de la EOL y José Lachevsky, Director Adjunto de la Sección, en interlocución con la actual Directora de la misma, Paula Vallejo. Intentaré reseñar las interesantísimas presentaciones del tema, así como los efectos que tuvieron en la fecunda conversación posterior.
Paula Vallejo planteó que el Directorio había propuesto para este año la formación del analista, un tema oportuno para articular tres dimensiones de la experiencia analítica: la epistémica, la libidinal y la política. El eje elegido fue extraído de una intervención de Jacques Alain Miller en dirección al III Congreso de la AMP realizado en Bruselas en 2002, cuyo título fue, «Efectos-de-formación»[1]. Allí dice Miller que la formación analítica, supone un más allá de la formación epistémica porque comporta, sobre todo, una «mutación psíquica», esto es, una transformación a nivel del ser. Entendida de este modo, no consiste sólo en la adquisición de saberes epistémicos sino que, fundamentalmente, tiene que ver con la aparición de ciertas condiciones subjetivas, necesarias para encarnar el lugar de causa de deseo. Por ello mismo, Lacan decía que no hay formación del psicoanalista; lo que hay son formaciones del inconsciente, aludiendo al hecho de que el corazón de la formación reside en el propio análisis.
Paula destacó que la Escuela haya respondido ante la irrupción de este real que ha conmovido la vida de todos, preservando la discontinuidad, para dar lugar a una temporalidad lógica que nos permita, al cabo de un recorrido subjetivo, poder extraer las consecuencias de esa irrupción, preservando el lugar de la causa como un punto imposible de llenar. Aunque nada fácil, la apuesta es hacer del síntoma de cada uno, una solución singular que haga lazo con la Escuela. Sin estándares aunque no por ello sin principios frente a las contingencias y los estragos de la época.
A continuación se dio lugar a la intervención de Daniel Millas, quien sostuvo que no hay formación analítica sin consecuencias sobre la subjetividad del practicante; sus incidencias no cesan y trazan un recorrido marcado por acontecimientos que establecen discontinuidades. Sin estándares, resaltó que se trata en el analista de «saber hacer con» lo contingente, lo que requiere de invención. En la Escuela se anuda el trípode freudiano del análisis, el control y la enseñanza, permitiendo enlazar cada modalidad singular con lo colectivo de una elaboración. Porque hay Escuela, es posible pensar la formación como un síntoma. El síntoma con el que cada uno tiene que arreglárselas para construir un lazo entre la soledad del acto analítico y la relación con la Escuela en tanto comunidad de trabajo. Agregó que la Escuela misma no constituye un todo, ni tampoco un bloque homogéneo impermeable a los acontecimientos que inciden en una época y en un lugar determinado. Por ello es inherente a la formación analítica saber cómo dirigirnos a los representantes de otros discursos para entablar un intercambio con ellos. Sólo es posible avanzar en esta tarea–subrayó- si los efectos de retorno sobre la Escuela se constituyen en efectos de formación en el sentido analítico del término. Y propuso seguir atentamente sus consecuencias en los dispositivos específicos de la Escuela: la admisión, la garantía y el pase.
Un párrafo aparte mereció su referencia al lugar de la práctica analítica on-line. Si bien hay un acuerdo respecto a la importancia de sostener los análisis en esta coyuntura en la que no quedaría otra alternativa que interrumpirlos, no deja de plantearse la pregunta acerca de cuáles serán las consecuencias de esta utilización generalizada una vez superada la pandemia. Daniel se preguntó si la voz y la mirada, mediadas por la pantalla, podrán suplir el encuentro presencial en la sesión analítica. Y trayendo las referencias de Miller en «Los usos del lapso» y en «Sutilezas analíticas» sobre el lugar de la interpretación y la función del analista, aludió a la importancia de la función de la presencia corporal, especialmente acentuada en la última enseñanza de Lacan.
Por último, destacó que cuando nos referimos a la formación no solo está en juego la práctica analítica, sino también todos los otros espacios en los cuales se tiene la oportunidad de dar cuenta de la práctica ante la comunidad de la Escuela y el affectio societatis, componente libidinal que le da sustento a lo colectivo, y sin el cual no hay Escuela.
En tercer lugar, José Lachevsky hizo referencia al texto de Miller (ya citado en Nota 1) y resaltó, que la formación es función de la civilización, por un lado, y que la cuestión de la formación es siempre más sutil cuando su fin no es solamente la adquisición de saberes, sino también la aparición de ciertas condiciones subjetivas, una transformación del ser del sujeto que Miller denominó «mutación psíquica». Señaló que cada uno podrá testimoniar acerca de dicha transformación-mutación, en su tránsito por la Escuela, y acentuó el tema de la presencia de los cuerpos y del affectio societatis. ¿Cuánto de lo que hace la Escuela es fecundo por la interacción real y efectiva entre los cuerpos?, interrogó. Citó a Miller, en referencia a los dichos de Lacan sobre la transferencia y el amor, situando allí los argumentos para entender por qué la presencia de los cuerpos es indispensable para la existencia de la Escuela. Ese amor que da nombre a la transferencia, sobretodo en la última enseñanza de Lacan, es algo indecible que se siente en el cuerpo. Lo sitúa en el nudo, en la intersección entre real e imaginario, razón por la cual no hay simbólico que lo pueda describir. Es la cara real de la transferencia que permite sostener los análisis (más allá del Sujeto Supuesto Saber) y también a los agrupamientos de psicoanalistas (más allá de los contenidos epistémicos transmitidos en las Escuelas), puntualizó José. Destacó también que el impasse puede ser productivo para evaluar dónde estábamos parados. Por último advirtió sobre la incidencia del discurso universitario que no se ha detenido a pesar de la pandemia, y el de la tecno-ciencia, que permite estas nuevas formas de lazos virtuales, que aprovechando la nueva coyuntura intentarán apropiarse, «con las mejores intenciones», del devenir del psicoanálisis.
Las numerosas intervenciones del público propiciaron una animada conversación entre colegas de la EOL y de las diferentes Secciones.
Situarnos en la discontinuidad y poder pensar sobre la formación de los analistas, cómo ha sido y cómo sería en estos tiempos, es una tarea que requiere de un enorme trabajo por parte de la comunidad analítica. Comunidad que, como se dijo en la conversación, no es sin los cuerpos, no es sin el amor que la agrupa. En estos tiempos de pandemia que suponen un impasse, ¿qué conlleva dicha formación? Abrir el debate sobre los estándares pero sin olvidar los principios rectores del psicoanálisis a la hora de tomar posición resulta fundamental. Del mismo modo situarnos en la última enseñanza de Lacan, persiguiendo la noción de síntoma allí configurada, podría resultar una brújula en el inmenso mar en el que nos encontramos navegando.
Belén Rodríguez
NOTAS
- Miller, J-A. «Para introducir el efecto-de-formación». En: ¿Cómo se forman los analistas? Buenos Aires, Grama, 2012