Miércoles 23 de Octubre de 2019, 20:00 hs.
El miércoles 23 de octubre tuvo lugar la tercera y última Noche de Directorio del año en nuestra Sección, titulada: “La poética de la interpretación: Trazo y Vacío”. El último de los tres eslabones de este año de trabajo en torno a la interpretación analítica.
Participaron de la mesa: Alicia Genovese (Poeta y Escritora), Cecilia Valfiorani (Asociada EOL Sección La Plata), Claudio Godoy (EOL-AMP), y Marisol Gutierrez (EOL-AMP Sección La Plata) en la coordinación.
Como si cada autor hubiese enhebrado el hilo de su discurso por un mismo agujero, cada uno fue calzando con el otro como los melones de un carro en movimiento. Primero, Alicia Genovese nos habló sobre el poema y la hechura del poema. Luego, Cecilia Valfiorani nos aproximó a la escritura poética china para intentar atrapar aquello que inspiró a Lacan para la interpretación analítica hacia el final de su enseñanza. Y por último, Claudio Godoy nos llevó a pensar esa orilla en que la interpretación analítica se nutre de la poesía y en qué punto se distingue de la poesía como perteneciente al campo de la literatura en tanto creación de un objeto estético.
Vayamos entonces uno por uno. Alicia Genovese nos lleva directamente a una de las características que singulariza a la escritura de poesía: su lenguaje “tiende a la brevedad, a la concentración, a la concisión”. Incluso aunque se desarrolle en una secuencia narrativa, serán unos versos los que recogerán “con intensidad un sentido apretado y que, por su carga emocional y disruptiva, crea en quien lee una resonancia”. Nos dice: “Son esos pocos versos como instantes que la poesía capta y que persisten más allá del tiempo de la lectura. Son esos versos que se llevan en la boca o que martillean en la conciencia y que no terminarán de resolverse. No puede con ellos una lectura reduccionista, una lectura que planche sus arrugas o que anule su rispidez. Siempre quedará un excedente, algo del orden de lo emocional que seguirá presente en la repetición de esos versos sin terminar de desanudarse.”
Así nos fue mencionando algunos de los recursos del poeta para hacer con el trazo y el vacío (elisión, yuxtaposición y espacio en blanco). Es decir, diferentes modos con los que “la poesía logra que su trazo diga más con menos”, diferentes maneras de crear vacío.
Se centró luego en lo que llamó el aspecto emotivo del poema, el afecto como disruptor dentro del poema. Cuando la poesía transgrede la gramática, los usos normativos de la lengua, “es porque está empujada por una pulsión que necesita atravesar esas estructuras”, “como si tuviese que negar el saber decir para poder decir”.
Esta pulsión de la escritura arrastra contenido inconsciente, que aparece más allá de la intensión de quien escribe, por ejemplo en los temas, pero particularmente en el ritmo y el tono del poema.
El ritmo del poema, siguiendo a Henri Meschonic, desafía el binarismo saussuriano del significante y el significado y su relación arbitraria, porque “a través de su realización sonora crea sentido, arrastra el sentido dentro del poema, lo acelera o lo vuelve cansino y eso constituye una apoyatura del significado”. El ritmo nos dice Alicia, “contiene un elemento inconsciente ligado al sujeto que habla y a la vez es una energía, una gestualidad, es la respiración del poema ligada a la corporalidad de ese sujeto, a su respiración.” En uno de sus libros se refiere al ritmo del poema como una dinámica, porque es movimiento, pulso. El tono, en cambio, sería una química, “una densidad que permea las palabras, un aire, una atmósfera: vapor o fluido”.
Al final de su exposición nos lleva al límite con el que trabaja la poesía: “cuando la emoción inunda al ser humano, la verbalización se desarticula, se suele asociar con el llanto, con el grito, con la risa, con el habla balbuceante que Kristeva denominó korá semiótica, zona anterior a la expresión lingüística sistematizada, espacio de las manifestaciones instintivas y los impulsos primarios. La verbalización entonces resulta escasa, persiste el residuo de algo no dicho y donde el alcance de las palabras muestra su límite.”
Cecilia Valfiorani por su parte, puso en relación los términos del título (interpretación, poesía, trazo y vacío) sumergiéndonos en la escritura poética china en busca de aquellas cuestiones teóricas y clínicas que llevaron a Lacan a interesarse en una tradición “tan extranjera y diferente”.
Comenzó su recorrido ubicando algunos pasajes del Seminario 24, tomaré dos: “Es preciso que tomemos en la escritura china la noción de lo que es la poesía” y “la poesía es efecto de sentido pero también efecto de agujero. No hay más que la poesía que permita la interpretación.” A partir de estas afirmaciones contundentes y de la recomendación misma que nos hace Lacan de leer el libro de Cheng, Cecilia nos fue llevando pincelada a pincelada, por las notas más características de la escritura poética china y con ello a la especificidad de la noción del vacío en esta tradición.
Mencionaré solo tres de las características que Cecilia desarrolló. 1) El hecho de que a diferencia del sistema de escritura occidental en la que cada letra se liga a sonido y cada palabra de un solo trazo a un sentido, el sistema chino se compone de caracteres e ideogramas, es decir figuras dibujadas, que se combinan para representar ideas y relaciones entre ideas, significados. “En el sistema chino la gramática está casi ausente, todo depende del contexto. (…) Al no ser posible aislar una palabra no se sostiene la ilusión de aislar también la referencia. La referencia está perdida.” 2) Se trata de una lengua tonal, es decir que la tonalidad vehiculiza el significado. Ésta no se confunde con la entonación ni con la acentuación, sino que “se trata de variaciones de altura del sonido (tonos altos o agudos y bajos o graves), y combinaciones de ellos. Por eso Lacan dice que los poetas chinos “canturrean” aludiendo a la musicalidad de su lenguaje.” 3) Los diferentes modos en que el poeta chino manipula las palabras produciendo un progresivo vaciamiento del texto, reduciéndolo al mínimo de sentido necesario. Es decir que el sentido no está ausente por completo, pues no se trata de alcanzar un sin sentido, sino de eliminar sentido para crear, en el lugar del sentido ausente, un vacío.
Y bien, para finalizar con la exposición de Cecilia ¿cómo se relaciona todo esto con la interpretación, si es que no vamos a “hacernos los chinos” o “hacernos un chino”? Cecilia logró ceñir algunas ideas:
- El punto de partida es el no todo, hay algo inconmensurable que no puede ser apresado por la palabra;
- La reducción del sentido y su movilidad, la posibilidad de múltiples sentidos que le hacen perder su fijeza;
- La dimensión creativa del lenguaje que no se apoya en su función de comunicación ni de representación de la realidad.
- La singularidad del gesto del artista que el trazo transporta.
- Un lenguaje “movido por el vacío” que genera un modo de decir por el que se puede circular, descubriendo nuevas perspectivas, posibilitando diferentes lecturas.
- La posibilidad de hacer un “uso” del vacío, y también su función de litoral, como modo de poner en relación lo que tiene nombre y lo innombrable.
Claudio Godoy ubicó el concepto de resonancia como central en la enseñanza de Lacan en lo que llamó “la construcción de una poética de la interpretación”. Poética en tanto se plantea un abordaje del lenguaje distinto que el de la lingüística, pues desafía al signo lingüístico mismo. Por ejemplo uno de los hitos es en “Función y Campo…”. Allí Lacan señalaba el poder de evocación de la palabra en la interpretación analítica. Para ello toma de la tradición hindú el término dhvani que marca esa propiedad de la palabra de “hacer entender lo que no dice”. En este mismo escrito encontramos también el neologismo que toma de Ponge, resón. Este poeta dice en relación a Mallerbe que “hace vibrar la razón, realiza una transmutación de la razón en resón, produce una vibración, una conmoción apasionada, que se basa fundamentalmente en el uso de las aliteraciones y asonancias que generan una red de vínculos y ecos”. Justamente, en esa red de vínculos resuena otra cosa que el sentido común y que las significaciones cristalizadas del fantasma.
Menciona también otras referencias de Lacan, como cuando dice que la interpretación debería ser el ready made de Marcel Duchamp. Porque nos hace ver el objeto extraído de su valor de uso, o alterando incluso su función, rompe con la significación habitual. O la influencia en Lacan de los formalistas rusos, por ejemplo de Slotsky que dice que “el efecto artístico está en la producción de cierto extrañamiento por las cosas”, una nueva percepción de las cosas. Lo que Lacan busca entonces es ese impacto del decir, que rompe con las significaciones cristalizadas que provoca, que sorprende.
Ahora bien, ¿cuál sería la diferencia incluso cuando comparte estas cuestiones con el arte? En el Seminario 24 dice: “Nosotros no tenemos nada bello que decir (he ahí una de las diferencias, no se trata de una estética), es de otra resonancia que se trata de fundar sobre el chiste”. El chiste no es bello, nos dice Lacan, “se sostiene por el equívoco o como decía Freud de una economía”, que es economía de goce. Así, tomó como paradigma el chiste tendencioso de Freud, en tanto es un estallido de risa que sorprende al propio sujeto. Es un buen ejemplo de un decir con resonancia de goce que perturba las defensas del sujeto y donde la risa es el eco en el cuerpo del decir del chiste.
Para finalizar, y así logra decirlo Claudio Godoy, la interpretación analítica “es una poesía sin belleza, que solo vale para uno solo.” Así como el poeta logra un efecto en sus lectores, con la interpretación buscamos “ese chiste que solo es gracioso para ese sujeto”. Es el impacto del decir pero que cobra valor en una singularidad. Lo que vale para uno, no vale para otro. La poética de la interpretación se encuentra entonces entre la poesía y el chiste.
Y así concluyeron las exposiciones de este combo suculento de tres, la conversación con el público no se hizo esperar. Quedan de este encuentro los detritus resonantes de una conversación que hizo olas, que despabiló las orejas y por la que no puedo más que agradecer su generosa enseñanza.
Estefanía Bonifacio