Miércoles 27 de Marzo de 2015, 20:00 hs.
El pasado viernes 27 de Marzo tuvo lugar en la sede de la EOL Sección La Plata, la Primera Noche de Directorio del año. La misma contó con la participación de Marisol Gutierrez, Eduardo Suárez, Leonardo Gorostiza y la coordinación de Paula Vallejo, quienes despertaron el interés por indagar el lugar del Padre en la Escuela.
Paula Vallejo propuso la conversación, como vía para poner en acto el lazo en la Escuela alrededor de la pregunta ¿qué es un analista?
Eduardo Suárez hizo un preciso recorrido sirviéndose de Spinoza, Hobbes y Deleuze para discernir el lugar de los sabios, las jerarquías, el desvío y la detención del psicoanálisis que Lacan denuncia al respecto. A partir del Derecho Natural y sus principios, dio cuenta de cómo las jerarquías se imponen junto a la competencia de los sabios, quienes garantizarían el modo «correcto» de conducir y conducirse. Instaló así el interrogante ¿cómo eso se pondría en juego en la Escuela? Si el régimen del padre y la iglesia encuentran alguna similitud en ella.
Concluyó su exposición con una referencia a la obra de Ionesco –de la que se sirve J-A Miller- que esclarece la importancia del debate a sostener. Quedar advertidos atentamente, que en el intento de deshacernos del padre podemos sin embargo, ser elevados por él.
Marisol Gutiérrez, por otro lado, centró su presentación, en los modos y medios con los que cuenta la Escuela para combatir el grupo y la identificación al padre: el cartel y el pase. Señaló la orientación lacaniana de servirse del no-todo como vía para acceder a un amor más allá del padre. No un amor al saber que velaría el horror al saber. La disputa y el desacuerdo cortés serían así medios por los cuales las «soledades», como conjunto inconsistente, trabajan para la causa analítica. Separados pero reunidos. Diferenció además, los acontecimientos de Escuela, los momentos de Escuela y los actos de Escuela, propone esclarecerlos para por fin señalar que es por momentos que se la puede hacer existir.
Leonardo Gorostiza, puso el acento en el «aguardar» de Lacan respecto de la Escuela. ¿Qué aguardaba Lacan de la Escuela? Probar cuál es la relación de cada analista con su inconsciente. El aguardar, attendre, como diferente al esperar -que incluye la esperanza- conlleva intranquilidad e inseguridad. Contraposición ésta, de los intentos de colmar el vacío que hace a la soledad del acto analítico. La identificación al sinthome permite, en cambio, hacer lazo a partir de lo que cada uno ha forjado para colmar su propio agujero de la no relación sexual. Identificación que no hace masa ni se convierte en aparato de contra-soledades.
El aguardar sería la apuesta activa, de actuar sobre los efectos de identificación del grupo. Apuesta que implica dar lugar a lalangue de cada uno objetando la identificación a una lengua.
Es con coraje y celeridad, que se mantiene vigente el discurso analítico, impidiendo que exista fijación a un discurso. En la Escuela se trataría de la rotación de los discursos, siendo el analítico el que los hace girar.
Por último, propuso diferenciar el padre freudiano del lacaniano. Tal distinción permite precisar de cuál habría que servirse y de cuál no. El padre muerto que aplasta el deseo de su descendencia, no es el padre vivo que causa. Planteo, que junto a las anteriores exposiciones, despertó un enriquecedor debate en torno a: ¿qué implica servirse del padre?, la función de los AE al respecto, el aplauso del testimonio, la permutación en la Escuela, entre otros. Interrogantes que resonarán seguramente en posteriores encuentros de trabajo, gracias a esta primera noche del año.
Belén Zubillaga