Integrantes: Agustina Aguirre, Florencia Álvarez, Laura Aranciaga, María Paula Carasatorre, José Lachevsky, Paula Lagunas, Agostina Martinoya, Jorge Santopolo
Responsables: Mariano Peiró – Christian Rios
La tragedia moderna y el sentimiento delirante
El abordaje del eje en cuestión, implica articular la declinación del sentido trágico a determinados cambios en la época, como así situar las consecuencias que ello conlleva en nuestra práctica, y fundamentalmente, delimitar la brújula que nos orienta.
Cabe decir, que nuestra tragedia ha sido aquella anclada en el NP. Recordemos que Freud, apela a Edipo Rey, para dar cuenta de la subjetividad propia del siglo XX.
En dicha perspectiva, Gustavo Dessal nos recuerda que, para Lacan, el hombre moderno ha perdido el sentido de la tragedia —no por la falta de malestar o sufrimiento—, sino más bien porque deja de leer en el dolor, los signos de la verdad. Agrega, que a diferencia de la tragedia antigua griega —que implicaba la aceptación del destino impuesto por los dioses, no sin interrogar los signos que daban cuenta del mismo— el hombre moderno anticipa cualquier pregunta por la verdad bajo la forma de una certeza que cierra la puerta al inconsciente.[1]
Por su parte, Eric Laurent hablará del sentimiento delirante de la vida,[2] como una forma de nombrar la manera en que se vive la pulsión, en un momento de la civilización no regido por el NP. Se trata de como el ascenso al cénit social del objeto a, ha silenciado los NP, forzando a los sujetos —al momento de orientarse en el abordaje sintomático de la relación sexual— a invenciones particulares que ocupan el lugar de lo que fue el NP como una herramienta estándar.[3]
En dicha perspectiva, en los tiempos modernos los sujetos no están exentos de tragedias, pero las mismas ya no serán las del NP, de hecho, se puede pasar por ellas sin el sentimiento trágico de la vida.[4]
Por otra parte, cabe decir, que ya en el Seminario 8, Lacan anticipa —en el análisis que realiza de la trilogía de Claudel— la decadencia del NP, situando que esta «tragedia moderna» va más lejos que la tragedia antigua.
En la tragedia antigua, el paso del deseo, más allá del bien, constituye una posición que tiene sentido para el Otro de las leyes, ubicando a la belleza como defensa frente a lo real. En cambio, para Sygne de Coûfontaine no se trata de ningún paso de su deseo, sino de un acontecimiento que la fuerza a tomar una decisión, planteándose un punto nuevo a nivel de la problemática del deseo.
La Antígona de Sófocles se sacrifica más allá del orden político, pero sostiene la identificación trazada en su destino como familia. Aquí, la novedad —a nivel de la tragedia contemporánea— está referida al camino del deseo hacia lo real: es el advenimiento de la traición de esa identificación.
Desde aquí el sujeto no será culpable y determinado por una deuda que ha sido trazada por su destino, como en la tragedia antigua, ahora el sentido de esa deuda simbólica se pierde —»Dios ha muerto»— y con ello la fe en ese significante. Tener que asumir la traición de ese significante mismo, es lo que Lacan ve como una rajadura nueva en ese campo del Otro.
Tiempos modernos
Jacques Alain Miller, nos recuerda, que es un hecho, constatado en los consultorios, que el psicoanálisis cambia.[5] Las coordenadas de dichos cambios, las ubicará en dos factores que han reestructurado el mundo: el discurso de la ciencia y el del capitalismo. La dominancia combinada de ambos discursos, tendrá un papel decisivo, en lo que Miller llama, la destrucción de la estructura tradicional de la experiencia humana.[6]
Por otra parte, en el Seminario 17, encontramos coordenadas precisas para entender los tiempos actuales. Lacan explica la transformación en el lazo social, a partir del pasaje del discurso del amo antiguo — a partir de un giro de un cuarto de vuelta discursivo retrógrado — al discurso del amo moderno; sustitución que requiere de la convergencia de la ciencia y el capitalismo con el discurso universitario.
La caracterización del discurso del amo moderno, podemos hacerla, entonces, a partir del discurso universitario —un cuarto de vuelta regresivo al discurso del amo antiguo—, y obtendremos en el lugar del agente el saber técnico -S2-, que podrá encarnarlo el profesor, el burócrata, o el capitalista.
Dicho saber, ya no será el saber hacer ancestral, inconsciente, con el que el esclavo producía un objeto, razón de la explotación por parte del amo que mantenía velada su castración. Más bien, dicha transformación discursiva, implicará que al proletario le haya sido expoliado ese saber, y en cambio será objeto de una capacitación que le permitirá operar una maquinaria de la que desconoce su funcionamiento, en tanto su lugar como sujeto será reducido a consumir los objetos a «de pacotilla» (gadgets), o a caer del discurso como desocupado.
Pero, lo más inquietante ocurre en lo que se vislumbra ocupando el lugar de la verdad. El S1 oculto, tras el saber técnico, constituye, al decir de Lacan, una verdadera «yocracia»: «soy lo que digo», «esto es verdad porque lo digo yo».
Leer esta transformación del discurso amo, lleva a Lacan a producir, en este mismo seminario, su más allá del Edipo, señalando así la inevitable declinación de la función como ordenadora del lazo social.
Al mismo tiempo, un paso más se produce cuando la tecnología pasa a comandar la producción a escala global de objetos de consumo. Lacan, señalará en Radiofonía el ascenso de un nuevo astro al cénit del socielo, el objeto a en su versión plus de gozar.
Agreguemos, que para Lacan hay un solo síntoma social —propio de esta transformación— y que acontece en cada cual. Nos referimos a la proletarización de la que nos hablaba Marx, pero leída por Lacan, como la desposesión para todos del vínculo social, el empuje al fuera de discurso.
Bajo el término tiempos modernos nombramos, entonces, las profundas transformaciones operadas en el orden simbólico y en el régimen del goce.
Presentaciones actuales
La serie documental Aquejados, dirigida por Dan Partland,[7] aborda el aumento de enfermedades que no tienen causa o cura conocida. La interpretación de dichos malestares, se despliega en la vía de la toxicidad ambiental introducida por la tecnociencia, y ante la cual, los sujetos inventan soluciones para eliminar el veneno de los cuerpos.
Carmen sufre de «hipersensibilidad a la electricidad», y luego de infructuosas consultas, encontró la explicación a su padecimiento en Google. Su original solución es un cambio de estilo de vida: deja los celulares fuera de la casa, elimina el wifi y se muda a una zona —donde viven otros que padecen el mismo síntoma— «de silencio radioeléctrico».[8]
El diagnóstico de Pilar es «Sensibilidad química múltiple», y lo define como un «[…] síndrome que te hace alérgica a la vida». Lo sobrelleva con una rutina estricta: aislamiento, purificadores, ropa de algodón, dieta de coliflor y pavo, terapia de sauna infrarrojo, masaje linfático, oxigeno hiperbárico, suplementos dietarios, colchón de pulsos electromagnéticos.
Debemos decir, que estos casos no distan de las consultas que recibimos a diario. Vayamos a nuestra clínica.
Primera viñeta
E, padece de «sensibilidad al frío». El «ataque de frío» le desconfigura la personalidad y lo fuerza a abandonar sus actividades. Localiza las coordenadas de su desenganche, a partir de un diagnostico medico poco certero. Un dato relevante en su biografía será la separación de sus padres y él cambio de los valores familiares del mismo.
El despliegue de sus rarezas en un dispositivo que aloja, y es testigo de su desarrollo, pone un freno a la errancia producida por el pasaje por diferentes discursos. Rutinas de gimnasio, caminatas, el uso de un reloj inteligente, son sus trucos para hacer con el frío.
Luego de un año de tratamiento, y apoyado en su gusto por la lectura de artículos académicos, la analista abre la inquietud por la literatura. Comienza a disfrutar el leer de manera recreativa, y encuentra en la lectura de clásicos, la posibilidad de ubicar en otros algo de sus locuras. Nuevos registros de su cuerpo y planes más flexibles, le permiten retomar sus actividades académicas y mejorar sus lazos con otros.
Segunda viñeta
Luego de una separación amorosa, una intensa angustia, motiva la consulta de T. Menciona que la conoció en el peor momento de su vida y que estar con ella le permitía sostenerse.
A medida que pasa el tiempo, los pensamientos de no saber quién es, y su debate de quien es frente al otro, se intensifican. Dedica horas a armar su imagen y registrar que sucede en su cuerpo. Implementa distintos recursos: se baña una y otra vez, se viste como sus ídolos, etc.
Durante la consulta, recupera una actividad realizada desde muy temprano en su vida. El arte se constituye en un recurso eficaz ante las intrusiones del goce, pero lo intranquiliza no encontrar un nombre que defina su actividad. Decide emprender una carrera universitaria, retoma un taller de dibujo, y acepta algunas invitaciones que ponen a prueba su saber.
Ver su nombre en un flyer, junto con la palabra «ilustrador», surge un efecto de sorpresa y entusiasmo en su cuerpo. La analista interviene en la dirección de descompletar el Otro del saber, reforzando el nombre encontrado, y enfatizando que lo importante es transmitir lo que siente. Vive el momento como una experiencia maravillosa, en donde improvisa sin preocuparse por la perfección.
Conclusiones
Los casos presentados dan cuenta de sujetos que transitan su vida en la lógica de las tragedias modernas, sin el sentido trágico, ni el despliegue de ficciones edípicas, sin pregunta por la verdad que dé cuenta de la articulación —vía la creencia— entre síntoma e inconsciente. El síntoma no quiere decir nada, solo se trata de encontrar un arreglo que permita cierta regulación del goce.
Estos casos muestran las dificultades para sostener un cuerpo y el lazo con otros, pero también las invenciones subjetivas, más o menos estables, que apuntan a incorporar nuevas herramientas frente a las exigencias de goce que impone la civilización.[9] Si nos detenemos, en esos arreglos, ¿qué nos permitiría hablar de uso lógico del sinthome?[10] Si bien, podemos decir que el sinthome constituye un arreglo, ¿todo arreglo deviene sinthome?
Laurent, recuerda que «[…] la clínica real a la cual podríamos apuntar sería obtener anudamientos particulares».[11] Entonces: ¿cómo entender lo que Lacan define como «un síntoma que viene de lo real» alejado de la intervención del padre, la represión y su retorno? ¿Qué implicancias clínicas conlleva ubicar al síntoma como acontecimiento de cuerpo?
NOTAS
- Dessal, G., «El hombre moderno ha perdido el sentido de la tragedia», disponible en «El hombre moderno ha perdido el sentido de la tragedia» – Red Psicoanalítica (redpsicoanalitica.org)
- Laurent señala que su expresión el sentimiento delirante de la vida, constituye un eco irónico al libro de Unamuno —El sentimiento trágico de la vida—, quien pretendía restaurar dicho sentimiento, amenazado por la razón cientificista. Este sentimiento trágico de la vida, para Unamuno, hacía referencia a que lo esencial se situaba en vivir con el horizonte de la muerte y la finitud.
- Laurent, Eric, El sentimiento delirante de la vida, Buenos Aires, Colección Diva, 2011, pág. 7.
- Ibíd., p. 13.
- Miller, J.-A., «El inconsciente y el cuerpo hablante», Revista Lacaniana 17, Buenos Aires, EOL, 2014.
- Ibíd.
- Información de la plataforma Netflix.
- Zona de Green Bank, Virginia occidental, donde la existencia de un telescopio sensible a la radiación electromagnética, impide la instalación de torres de celulares.
- Laurent, E., El sentimiento delirante… óp. cit. p. 9
- Lacan, J., (1975- 1976), El Seminario, Libro 23: El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2005, p. 15.
- Ibíd. p. 7.