Responsables: López, Stella; Parra, Lorena
Equipo: Centraco, Ivonne; Gabrielloni, Valeria; Rodríguez, Belén; Sueyro, Mariel; Zubillaga, Belén
Todo se vuelve fiesta cuando ellas vuelan junto a otros pájaros, junto a los pájaros que aman la vida y la construyen con el trabajo, arde la leña, harina y barro, lo cotidiano se vuelve mágico.
Como pájaros en el aire
Peteco Carbajal
“Delirios de la vida cotidiana” extraído del decir de Laurent, encuentra su autorización en el aforismo de Lacan, en su última enseñanza “todo el mundo es loco, es decir, delirante”, dando cuenta de que, ante el agujero de la no relación sexual, inventamos. Desde este sesgo, “delirios de la vida cotidiana” podría aludir tanto a una característica intrínseca: es delirante, como todo saber, todo S2; como a “locuras”, disruptivas, que rompen lo habitual. La primera, pone el foco en la ilusoria realidad compartida, las convenciones sociales y en lo que se torna automático y sin cuestionamientos en cada época. Es decir, un efecto del ajuste del goce por el discurso del amo. La segunda, invita a pensar cuando el delirio descarrila, adquiere carácter perturbador y se torna amenazante en los lazos con los otros, con el consecuente penar de más.
Entonces, lo cotidiano se vuelve mágico… cuando no trágico, con su destino, incluso de muerte.
Trabajamos sobre delirio y saber. Términos que recorren la enseñanza de Lacan desde principio a fin.
Recién en 1978, Lacan afirmará que todo el mundo es loco, es decir, es delirante, independientemente de su condición clínica. Esta locura genérica no es la psicosis, sino que concierne a los sueños, el fantasma y el delirio. Ya no es Lacan respecto de Freud, sino Lacan respecto de Lacan mismo. En tal sentido, Miller hace una suerte de oposiciones que podemos simplificar: de forclusión restringida en el apogeo de lo simbólico, a forclusión generalizada (condición misma de lo humano por la relación fundante entre el cuerpo y el lenguaje.); de clínica diferencial de las psicosis a clínica universal del delirio; del Nombre del Padre a los Nombres del padre; de clínica discontinuista a clínica continuista. La ironía -hasta ahí exclusiva del esquizofrénico- es elevada como aspiración al rango de la práctica: “que nuestra clínica sea irónica”, fundada en la inexistencia del Otro. Posición que nos permite no quedar ubicados como guardianes de la realidad.
No es más un privilegio ser loco. Se trata de no abordar la cuestión de la locura a partir de un déficit. Efectivamente, si todo el mundo delira, ¿dónde está la normalidad? La normalidad es un delirio y comienza con el saber, o más bien, “cuando a un significante que está solo, se le articula otro, por lo que solo se convierte en uno[1]”. Es decir, el S2, significante del saber, da sentido al primero.
Sobre el saber
En una conferencia a principios de 1971, Lacan afirma que, en psicoanálisis, “de manera fundamental y primera, está el saber[2]”. Un saber que es una dificultad, y que revela que es un saber no sabido para sí mismo. Esta es la subversión freudiana, la invención del inconsciente y de un nuevo estatuto del saber. El inconsciente es el discurso del Otro y es el síntoma el que hace objeción a que lo situemos exclusivamente a nivel de la verdad. Ahí, Lacan retoma el punto del atolladero de los análisis freudianos, la donación de sentido que encontró su tope en los restos sintomáticos.
Miller advierte que poner en marcha la suposición de saber puede ser peligroso, porque dar lugar al determinismo mental es casi delirante. De hecho, puede tornarse en un delirio de interpretación, donde no hay lugar para la contingencia. Lacan llega a decir que deliró con la lingüística al poner el acento en la primacía de la palabra sobre la cosa. Esto trastoca el valor del saber en la práctica analítica, la producción de S2 y la proliferación del sentido; y deja abierta la pregunta de qué lugar tiene.
El saber inconsciente constituye así una defensa más contra lo real, una elucubración. Es un artificio del cual servirse, pero también para prescindir de él.
Ahora, ¿qué efecto tiene esto en la práctica? La verdad es mentirosa, no logra decir sobre lo real y deja siempre por fuera un goce ineliminable. Lo real está desprovisto de sentido, no responde a ningún querer decir. Una vez reducida la cuestión del Otro, se pone en juego la cuestión del Uno, cuya repercusión es que el sujeto sabe que habla solo, que ha delirado.
De esta manera, en un recorrido que va desde la primacía del saber pasando por el saber hacer Lacan llega al “saber desembrollarse”, lo que Miller nombró “un pragmatismo superior”. En ese saber hacer con, saber arreglárselas, hay un clivaje entre el saber y lo simbólico. Esto separa al saber del delirio. Aunque todo delirio es saber, ya no todo saber es delirio estrictamente.
Entendemos que el sujeto supuesto saber leer de otro modo, lo es a condición de ligarlo a la sigla S (Ⱥ). Es decir, al agujero en el saber; a la inconsistencia e inexistencia del Otro. Al delirio, en tanto intento de tratar un goce que no tiene nombre, nuestra orientación por lo real “pretende apagarlo o acomodarlo, pero nunca nutrirlo, sino reducirlo a lo esencial[3]”.
¿Despatologizar?
La posición del psicoanálisis en torno a hacer valer el derecho a la singularidad, a promover y reivindicar el derecho a “no como todo el mundo[4]” se distingue de la despatologización contemporánea. Esa que comienza a traducirse en una desaparición de los tipos y categorías clínicas, para sustituirlas por estilos de vida, ahí donde el sufrimiento es elidido o explicado por la existencia de ciertas normas sociales. “Despatologizar, al modo lacaniano, no consiste en allanar la clínica, sino en mantener sus aristas[5]”, y utilizarla como brújula que permita ubicar al analista en el mejor lugar para poder actuar. Implica preservar la hiancia irreductible entre el dicho y el decir; el yo y el ser hablante afectado por el goce, y no quedar azorados por el delir (yo), que no admite fisuras, dudas ni interrogaciones. En una época en la que el delirio de identidad se promueve y alienta, resulta imprescindible que, como analistas, sepamos operar “convenientemente, es decir, darnos cuenta de la pendiente de las palabras del analizante[6]”, y del lugar que el delirio ocupa y del pathos que acarrea.
Delirio científico y delirio religioso
El psicoanálisis surge con Freud enfrentándose al saber científico de la época. Este saber ha variado, pero su discurso prevalece en la actualidad, en connivencia con el capitalismo. Para la ciencia, hay un saber en lo real y Miller nos recomienda admitirlo, no sin proponer que en ese saber “la sexualidad hace agujero[7].”
Lacan considera a Dios como “Dios de la verdad, como Otro requerido y fundado a partir de la mera conexión entre el significante y el significante[8]”, hay un Dios imprescindible, el sujeto supuesto saber. La religión queda así planteada a partir del sentido, mientras que el psicoanálisis apunta al fuera de sentido.
Sin embargo Lacan se diferencia de Freud en sus conceptualizaciones sobre la ciencia, pues mientras para éste tiene un rostro pacificador “narcótico”, Lacan opone el frenesí de la ciencia y sus efectos “para todos” en su relación con la pulsión de muerte. A la vez que la ciencia toma lo humano “como un ente objetivado, dócil a sus mediciones y sin ningún agujero”.[9]
La religión tiene muchos motivos para apaciguar los corazones. La ciencia introduce montones de cosas perturbadoras en la vida de cada uno y la religión da sentido, ya que tiene recursos insospechables[10]. La ciencia no hizo desvanecer el sentido de lo sagrado, sino que es un hecho de discurso, una ficción, que mantiene unidos los signos de una comunidad. Si lo sagrado no es real, el goce que se condensa en ello sí lo es. El afecto doloroso señala que ahí la libido está en juego, cuestión que los analistas no debemos olvidar cuando cosquillea en el otro lo imposible de soportar[11].
La ciencia está suspendida de la idea de Dios, por lo cual va bien junto a la religión. Es un dieu-lire, juego entre delirio-lectura-religión que adormece la relación sexual que no hay. Lacan se pronuncia afirmando que no hay despertar. No sin agregar que “felizmente, hay un agujero.”[12]
Delirio político
El declive del padre también asegura que haya delirio, pues no es sin consecuencias, como nos lo hace notar Lacan[13]. Así, precisa que la declinación y su evaporación no implican que se disuelva. Más bien, se trata de los efectos que produce la cicatriz de su evaporación. “La salida de la civilización patriarcal es el fin del poder de los padres y el advenimiento de una sociedad de hermanos acompañado de un hedonismo feliz, de una religión del cuerpo”.[14]
La cicatriz introduce un retorno del discurso del amo y de las potencias feroces del padre, evidenciadas en este siglo en las características que han tomado diferentes discursos; éstos comprueban los crecientes procesos de segregación y racismos existentes en la sociedad.
Miller[15] aplica su lectura a ciertos fenómenos religiosos y políticos propios de nuestra época, pues la evaporación del padre en algunos casos tiene como paradoja una llamada al mismo en una búsqueda de su restauración. “Diferentes fenómenos (bullying, identificación familiar, cultural) tienen en común la pretensión delirante de restituir el lazo social perdido sobre la base de reproducir el “nosotros” a partir de la segregación de un “ellos”.[16]
Las nuevas identificaciones devienen pretendidas identidades fuertes. Estas perspectivas desconocen los modos singulares de gozar de los cuerpos hablantes.
La lógica del delirio y las formas actuales de algunos discursos políticos poseen semejanzas, no casuales, como así tampoco lo es la segregación violenta contra aquellos sobre quienes se abalanzan.
Asimismo, ofertan soluciones colectivas que en ocasiones orientan los modos de arreglárselas en el lazo con otros, a veces, solo a través de las redes sociales.
Lacan señaló que la verdad tiene estructura de ficción, falla en su intento de decir lo real. La simplicidad de algunos de los axiomas políticos se puede reducir a fórmulas cortas, contundentes, sonoras, casi estribillos. Son el vehículo más adecuado para un goce particular, usando una supuesta evidencia “científica” que se opone, siempre triunfalmente, a alguna forma de Otro que se trata de destituir y que desconocen. ¿Qué tipo de subjetividad arman estos delirios?
Delirio familiar
Así como todas las demás instituciones, la familia tradicional ha sufrido un quiebre. No hay ningún ideal prefijado acerca de qué es una familia, sin embargo, es un lugar de confluencia de discursos religiosos, políticos y científicos.
Frente a la hipermodernidad y sus efectos, Laurent advierte cómo orientarnos ante el enloquecimiento general. “Nuestra brújula es el objeto a en tanto que anuda el goce y la culpa de existir.[17]
El niño como objeto a de la madre puede generar pasiones que hacen al lazo maternal. Este puede caracterizarse, incluso, como un delirio de a dos. Por su parte, el padre es una función, que implica que “si un hombre se ocupa de los objetos a de una mujer, lo quiera o no, ocupará el lugar paternal, y esto no tiene que ver con la voluntad de ser padre”. Punto clave que se juega en el delirio de paternidad. Ante esto, el psicoanálisis pone el acento en aliviar esos delirios, y en proteger a los niños de los mismos.
NOTAS
- Miller, J. (2015).Todo el mundo es loco. Buenos Aires: Paidós, p. 340.
- Lacan, J. (15 de noviembre de 1977). Una práctica de la charlatanería. Seminario 25 Clase 1 “El momento de concluir”. Inédito.
- Miller, J. (2015). Diversificación del Uno. En J. Miller Todo el mundo es loco. Buenos Aires: Paidós, p. 308.
- Miller, J. (2012). Sutilezas analíticas. Buenos Aires: Paidós, p. 36.
- Biagi-Chai, F. (22 de enero de 20211). La despatologización lacaniana y la otra. Disponible en: https://psicoanalisislacaniano.com/…/fbiagichai…/
- Lacan. J.(1977) El momento de concluir. Seminario 25. Inédito.
- Miller J.A. (2012 [2004]). Una Fantasía. IV Congreso de la AMP- Comandatuba- Bahía. Brasil. Disponible en: http://2012.congresoamp.com/es/template.php?file=Textos/Conferencia-de-Jacques-Alain-Miller-en-Comandatuba.html
- Miller J.A. (2016). Un esfuerzo de poesía. Buenos Aires, Argentina: Paidós, p. 245.
- Godoy, C. (2021). El hombre gira en redondo. Revista El escabel de La Plata, 2(3) p. 38.
- Lacan, J. (2005). El triunfo de la religión. Buenos Aires, Argentina: Paidós, p.796.
- Miller, J. El retorno de la blasfemia. Lacan Cotidiano N° 452 – Selección de artículos. Disponible en: https://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-452.pdf
- Lacan, J. (17 de mayo de 1976). Seminario 24 L´insu que sait de l´une-bevues´aile á mourre. Inédito.
- Lacan, J. (2016). Nota sobre el padre. Revista lacaniana de psicoanálisis, XI (20), p. 9.
- Lacan, J. (2012) El seminario Libro 19 …O peor, Buenos Aires, Argentina, Paidós.
- Ibidem, 1.
- Suárez, E.(2019) Las violencias segregativas en la época de la hilflosigkeit en Conclusiones Analíticas; vol.6, http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/89826/Documento_completo.pdf-PDFA.pdf?sequence=1
- Laurent, E. (2008). El niño como real del delirio familiar. VII Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, “Clínica del Lazo Familiar y de sus Nuevas Formas”. París. Disponible en: https://elp.org.es/el_nino_como_real_del_delirio_familiar_e/