Primera Noche Preparatoria
Por Gustavo Stiglitz
El analista está en íntima relación con el no-todo por las condiciones mismas de su producción: la auto autorización.
Hemos intentado ubicar en dichas condiciones, que parten de la soledad del acto de autorizarse, la hiancia propia del conjunto abierto que no es la de la lógica del todo y la excepción.
Como dice Miller en el desarrollo de sus “Intuiciones milanesas”:
“El no-todo no es un todo que incluye una falta sino, por el contrario, una serie en desarrollo, sin límite y sin totalización.”
Este régimen, a diferencia de la tradición del todo y la excepción sostenida en el padre, se caracteriza porque ningún elemento en él es fijo y dado para siempre. Ningún atributo y ningún orden es fijo, sino precario.
El límite no viene dado por ninguna excepción, no hay una que constituya un todo.
Se entiende así, que el límite es invención de cada uno y que sea el síntoma el elemento que mejor cumple dicha función.
Es decir que en términos políticos, de orientación, nuestra política es la del síntoma.
A partir de aquí, se abre el juego de ubicar las consecuencias para la dirección de la cura y la política, del psicoanálisis y en extensión. En ambas, la amistad entre el analista y lo femenino es determinante.
En el “Seminario 21”, en la clase del 9 de abril, Lacan introduce un acercamiento entre posición del analista y sexuación; ambas surgen del no-todo en tanto parten de una auto autorización. “El ser sexuado se autoriza de sí mismo…y de algunos otros”.
Lo que el analista y el ser sexuado deben a la auto autorización es lo que escapa a la lógica del todo y la excepción. En este sentido, el analista es un fuera de género, como lo femenino.
Por el hecho de surgir del no-todo[1], el analista estaría bien ubicado para entablar el “diálogo” con los discursos que atraviesan la sociedad contemporánea y ubicar sus impasses.
Digo “diálogo” porque una idea de Lacan en El Seminario 1 – es la de relacionar el final del análisis con la política. Lo cito:
“Una vez realizado el número de vueltas necesarias para que aparezcan los objetos del sujeto, y para que su historia imaginaria sea completada, una vez nombrados y reintegrados los deseos sucesivos, tensionarios, suspendidos, angustiantes del sujeto, sin embargo, no todo está terminado…¿Dónde se detendrá esta remisión? ¿Deberíamos impulsar la intervención analítica hasta entablar diálogos fundamentales sobre la valentía y la justicia siguiendo la gran tradición dialéctica?
Es una pregunta. No es fácil resolverla porque, a decir verdad, el hombre contemporáneo se ha vuelto singularmente poco hábil para abordar estos grandes temas. Prefiere resolver las cosas en términos de conducta, adaptación, moral de grupo y otras pamplinas. De ahí la gravedad del problema que plantea la formación humana del analista”.[2]
“No todo está terminado”, hace del final del análisis no un punto de cierre, sino de apertura y en relación con una lógica no-toda.
Entre este “no todo está terminado” y la pregunta por hasta dónde impulsar y la orientación a la política, ese espacio-tiempo lo viene a ocupar la experiencia del pase y el post analítico.
Hoy habría que agregar, si deberíamos impulsar la intervención analítica hasta entablar diálogos con unas cuantas novedades en la civilización. Con los partidarios de la Neuro – tesis que pretenden una ciencia natural de la mente y de los fundamentos neuronales del pensamiento, divorciado del lenguaje; con los partidarios de tomar al pie de la letra los dichos de un niño que, sin saber bien de qué se trata, afirma que quiere cambiar de sexo; con los que creen que las neuroimágenes permiten ver lo invisible de lo pensado…”.[3]
En Intuiciones milanesas, Miller señala que el interés de la afirmación de Lacan “el inconsciente es la política”, reside en que la política explicaría el inconsciente y encuentra una buena definición “infiltrada de lacanismo” en la obra La democracia contra ella misma, de Marcel Gauchet:
“En esto consiste específicamente la política: es el lugar de una fractura de la verdad”.
Es decir, la política definida como un campo estructurado en torno a una falta, que bien podemos escribir con el matema lacaniano S(A/).[4]
En la política hay un contradictor permanente. Por eso Gauchet agrega:
“la guerra se gana, mientras que con esta confrontación nunca se termina”.[5]
Que el analista surja del no-todo, también implica una confrontación que nunca se termina, pero no entre yoes, como en la política sino entre el ser hablante y lo real: la confrontación ante el real del psicoanalista. ¿Qué es un psicoanalista? es la pregunta que condensa la fractura de la verdad en el campo del psicoanálisis, de la que emerge su propio real.
Así como la transferencia analítica es la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente – es decir, la inexistencia de la relación sexual – la política es la puesta en acto de la inexistencia del Otro.
NOTAS
- Lacan, J.: “Nota italiana”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.
- Lacan, J.: El Seminario 1 Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Buenos Aires, 1990, pág. 293.
- Saclay (2008), citado por Hervé Castanet en LQ 930.
- Miller, J. A.: “Intuiciones milanesas”, El psicoanálisis. Revista de la Escuela lacaniana de psicoanálisis, N° 37, Edición digital, Abril 2021.
- Gauchet, M. Citado por Miller en “Intuiciones milanesas”.