Segunda Noche Preparatoria
Por Paula Carasatorre
Un decir silencioso que implique tomar partido
La palabra hereje, en sus orígenes utilizada por los Romanos, pone en juego un acto: el de elegir, tomar una decisión. Es Lacan en El Seminario 23, El sinthome, quien haciendo referencia a la herejía de Joyce, se nombra como tal, hereje, pero de la buena manera. Es clara la posición que menciona allí, orienta al hacer del analista, articulando entonces la dimensión política y ética.
¿Cómo pensar dicha orientación en la práctica analítica en extensión? Mencionaré una pequeña viñeta extraída de mi práctica dentro del “Programa de Salud Mental de la Secretaria de Salud de la Municipalidad de La Plata”, el cual coordino desde el año 2016, para poner en tensión los conceptos que nos convocan hoy a pensar las Jornadas: “El no-todo y el analista”.
Había pasado casi un año de la pandemia de Covid 19 cuando recibo el llamado del coordinador de los radio operadores del SAME. El pedido fue generar un espacio de encuentro con los mismos, quienes le habían manifestado malestar, cansancio y desgano. Fue así como junto con otras tres colegas del programa, decidimos armar dos grupos para trabajar el concepto de “distancia operativa” y luego escucharlos en su malestar. Uno por uno fueron tomando la palabra, lo que resonaba casi a coro era “no podemos parar”, haciendo referencia a atender los llamados telefónicos sin cortes ni pausas. Fue la intervención que hizo uno de ellos, escuchando el relato de una compañera muy angustiada, que agujereó el decir compactado del grupo. Ella dice: “se me murió” (luego de que indicara RCP a la mujer de un hombre que se estaba infartando), él dice: “no se te murió, se murió”. La practicante recorta esa intervención, exclamando: eso es! Algunas risas dieron cuenta del witz que se había producidoluego de que la verdad se separa de lo real del goce de quien lo enunciaba. El sentido desinflado del no poder parar, logró introducir cierta pausa necesaria para que allí lo que adviniera no sea un ideal mortificante que empuje a lo peor de las pasiones narcisistas, sino la creación de la brecha por donde el sujeto pueda retomar la palabra. La apuesta allí del practicante del psicoanálisis no consiste entonces en responder a la demanda del que todo marche, sino en orientarse por el discurso analítico, cada vez y al modo del oráculo apuntar a un surgimiento nuevo que produzca un efecto de verdad inédito.
Es Lacan quien en 1947 en su escrito “La psiquiatría inglesa y la guerra” nos provee de más hilos para pensar dicha práctica. Allí describe cómo la psiquiatría inglesa fue modificada por la guerra a partir de la intervención de dos psiquiatras, Bion y Rickman quienes supieron escuchar a los enfermos del ideal, hombres segregados por no aceptar racionalmente una disciplina común, armando pequeños grupos en donde cada uno de ellos estaba en el lugar también del semejante, todos al mismo nivel respecto de cierta tarea por cumplir. Lo fundamental era justamente que no se dirigían a lo universal sino a la solidaridad de un ideal común pero no para todos. De esta forma, posibilitaron armar un ejército cuya moral y compromiso de grupo, les permitió enfrentarse con determinación a las potencias de la pulsión de muerte que se ponían en juego en la guerra.
Laurent retoma ese lugar del analista sensible a las segregaciones contemporáneas y menciona, que para que éste no se cristalice en una posición de intelectual crítico, encerrado en su consultorio, es necesario que participe con su decir silencioso. Esto implica tomar partido contra los ideales de una época; contra la identificación masificadora, a favor del sujeto; de su goce singular y de su síntoma, que aún puede poner un límite a lo peor.
A la acción lacaniana la entiendo entonces como una práctica de lo inesperado, de la contingencia, de lo real, respondiendo “de costado”, de una manera desplazada, pasando por lo imposible, atrapando la solución del sujeto, de las defensas del sujeto frente a lo real, tratando de obtener las soluciones menos catastróficas a la angustia de una época. Este ejercicio no es sin otros, ya que tomar ejemplos de otros, leer la particularidad que allí se enuncia, nos aleja de la posición de creernos dueños de un saber que encarne una verdad todista. Junto con otros podremos tomar la palabra para incidir en la salud mental que queremos para nuestra comunidad.
¿Podemos tomar estos ejemplos para articular la herejía con la buena manera? Si el “no poder parar” denuncia el todo saber y el empuje a un goce ilimitado, el deseo del analista como operador, su decir silencioso y oracular, permitirá elegir el camino que querrá transitar para alcanzar la verdad de lo real que atraviesa su práctica, cada vez.
BIBLIOGRAFÍA
- Lacan, J.:“La psiquiatría inglesa y la guerra”, en Otros Escritos, Paidós,Buenos Aires,2018.
- Lacan, J.: El Seminario, Libro 23, El Sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2019.
- Laurent, E.:“El analista ciudadano” en Psicoanálisis y Salud Mental, Buenos Aires, Tres Haches, 2014.