
Contribuciones
La siguiente cita de Sigmund Freud ha sido propuesta a José Matusevich, Camilo Cazalla y Jorge Santopolo para inspirar las contribuciones que siguen:
«El prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo.» Freud, S., «El malestar en la cultura» Obras Completas, Tomo XXI, Ed. Amorrortu, Bs. As., 1992, pág. 108.
La violencia y lo simbólico por José Matusevich
A.M.E, Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) Sección La Plata y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP)

No cabe duda que en 1930 Freud no tenía una buena opinión del hombre, el auge del nazismo y la guerra que se acercaba acrecentaban su pesimismo.
En la frase anterior a la que aquí comento, culpa a la «dotación pulsional» de que el hombre sea «homo homini lupus«. También recuerda que a lo largo de la historia del hombre la crueldad se repite.
La dotación pulsional por sí, no alcanza a explicar la violencia. La frase comienza con el prójimo al que se dirige la crueldad. ¿Quién es el prójimo?
Según Freud el prójimo no es el semejante, es el Otro, y, por lo tanto, la violencia es más que la agresividad imaginaria. «El posible auxiliar y objeto sexual» están constituidos por lo simbólico.
De lo que se deduce que por el lazo social no deja de darse la crueldad que nos habita.
Para Lacan la diferencia que el significante en tanto binario introduce, es causa de la violencia. En «La instancia de la letra» escribió: caballeros damas es el principio de la guerra ideológica. Una de las razones del porqué busco un discurso que no fuera del semblante fue para que hubiese un lazo social que no vehiculice la violencia.
En el comienzo del Seminario 23 retoma el proyecto del discurso que no fuese del semblante y dice «si se cumple la castración entonces sería posible»[1].
El ejemplo de Joyce lo lleva a encontrar otra solución.
Miller sostuvo que el cuerpo que goza es real, y que a partir de ese goce autista es posible hacerse lo que Lacan llamo un Escabel, y así, una relación con los otros, más soportable.
Solo por el discurso analítico puede lográrselo, porque es el único que va en contra de sus semblantes. Por eso adhiero a Miller cuando dijo: TODOS ANALIZANTES.
NOTAS
- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El Sinthome (1975-1976), Buenos Aires, Paidós, p.15.
El problema ardiente de nuestra época por Camilo Cazalla
Asociado a la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) Sección La Plata

Freud, además de interpretar el malestar en la civilización –perteneciente a la época del Otro que sí existe- como la respuesta al irremediable antagonismo entre las exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura, reconoce el «carozo» de la pulsión de muerte, no sólo en la agresividad reprimida, sino en la figura del Superyó que puede ponerse en acto bajo la forma del Ideal. Algunos años después, Lacan nos dirá que detrás del Ideal participa la identificación al objeto, ese objeto «enigmático» que localizará en el ejemplo del bigote de Hitler.
Lacan, que ya en el inicio de su enseñanza localiza la agresividad como inherente al registro imaginario para resaltar en la palabra su función pacificadora remarcará, sin embargo, ya desde su artículo La Familia de 1938, el resquebrajamiento de la imago paterna, y la creciente pérdida de eficacia simbólica sobre el goce. Es así que luego de la formalización del objeto a, postulará la pluralización del Nombre del Padre hasta revelar finalmente su estatuto de semblante.
Es así que Lacan lee el pasaje de una época a la otra, y reconociendo la transformación del amo actual, –en razón de la sociedad entre el capitalismo y el discurso de la ciencia— resalta la función de comando que en él ocupa el objeto plus de gozar, y sus consecuencias en el lazo social. La segregación será entonces el nombre del malestar en la civilización actual, efecto del mandato a la uniformidad del goce que, además de forcluir la dimensión de la verdad, rechaza toda diferencia en el campo de la satisfacción. Es lo que Lacan llamará «el problema ardiente de nuestra época»[1].
NOTAS
- Lacan, J. «Alocución sobre las psicosis del niño», Otros escritos, op. cit., págs. 382-383.
El goce propio: fuente de violencia por Jorge Santopolo
Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) Sección La Plata.

A mi entender no hay mejor comentario de la reflexión de Freud en «El malestar en la cultura» que el que realiza Lacan en el Seminario 7: «Cada vez que Freud se detiene como horrorizado ante la consecuencia del mandamiento del amor al prójimo, lo que surge es la presencia de esta maldad fundamental que habita en ese prójimo pero, por lo tanto, habita también en mí mismo. ¿Y qué es más próximo que ese prójimo, que ese núcleo de mí mismo que es el del goce, al cual no oso aproximarme? Pues una vez que me aproximo a él (…) surge esta agresividad insondable ante la cual retrocedo, que vuelvo en contra mío, y que viene a dar su peso, en el lugar de la misma ley desvanecida, a lo que me impide atravesar cierta frontera en el límite de la cosa.»[1]
Poniendo en serie estas dos referencias se vuelve claro que el paso siguiente de Lacan haya sido Sade, o mejor decir Kant con Sade. Pero también se vuelve clara la lectura sobre el carácter fundante del propio goce como fuente de odio, violencia y segregación tan bien esclarecido por J-A. Miller en las primeras clases de su Curso Extimidad. Sin embargo, el tema de nuestras jornadas nos invita a conversar alrededor de la dificultad para interpretar estos fenómenos. De este modo si, tal como nos propone el Argumento, la violencia surge cuando se corta el circuito de la palabra y caen los semblantes, debemos precisar además cuál es la interpretación que opera sobre dichos fenómenos y para ello la clave será poner en juego nuestra clínica. De allí podemos esperar luz sobre la lógica de cada interpretación de la violencia.
NOTAS
- Lacan, J., El Seminario, libro 7: La ética del psicoanálisis. (1959-1960). Buenos Aires, Paidós, 2007, p. 225.
