Trabajos – Inscripciones
En esta oportunidad, les hacemos llegar el aporte de Miquel Bassols -actual presidente de la AMP- quien ha contestado las preguntas elaboradas por la Comisión Científica. ¡Esperamos que disfruten de su lectura y los cause a escribir para nuestras jornadas!
¿Qué le sugiere el título de nuestras jornadas? «El cuerpo: goces y ficciones»
Me sugiere de entrada una trinidad fecunda en la enseñanza de Lacan, una trinidad de tres términos que se anudan de maneras diversas: la imagen del cuerpo, el goce real que lo habita de manera siempre extraña y la ficción simbólica del fantasma que intenta localizar ese goce en la imagen del cuerpo. Digamos que con las ficciones del fantasma intentamos localizar las satisfacciones pulsionales en un cuerpo que siempre queda desbordado por ellas. La angustia es la señal de este desbordamiento.
Pero podemos combinar los términos también de otro modo: lo real del cuerpo, inaccesible a cualquier imagen, lo imaginario del goce del Otro que no existe, y la ficción de la verdad como lugar simbólico de cada discurso. Veo ahí los intentos de la ciencia contemporánea que aborda y modifica lo real del cuerpo —por ejemplo con las nuevas técnicas de edición del genoma— imaginando con ello que nos dará acceso a nuevas formas de goce —la inmortalidad incluso, nos dicen— pero que no deja de ser menos sierva de la aletheia griega, la verdad que tiene estructura de ficción y que depende de las estructuras simbólicas del discurso de cada época. La angustia es aquí de nuevo la señal de un hecho irreductible: no sabemos qué es lo real del cuerpo cuando irrumpe en las distintas formas sintomáticas.
Podríamos seguir viendo qué ocurre con otras combinatorias y formas de anudamiento buscando otros términos para las ficciones. Sería un ejercicio instructivo.
Hablamos comúnmente de las ficciones del fantasma, nos gustaría abrir la cuestión de las ficciones del sinthoma, ¿le parece legítimo? ¿Qué ideas le suscita?
Desde el momento que la noción lacaniana de sinthoma incluye la estructura del fantasma, podemos ya hablar de ficciones del sinthoma. El nuevo anudamiento que es el sinthoma en la vida del sujeto —ya sea al final de un análisis o en la producción de una obra como la de Joyce— incluye de algún modo las ficciones del fantasma que han dado sentido a la vida del sujeto. Pero el sinthoma, si lo entendemos como la producción singular de cada sujeto a partir de lo que fue su síntoma, su sufrimiento, incluye un fantasma ya depurado de sus significaciones y de las diversas identificaciones que habían constituido al Yo hasta entonces. Sí, hay siempre algo de ficción en esta construcción al final de un análisis que llamamos sinthoma. Pero lo más importante es precisamente aquello que no es ficción en el sinthoma, aquello que no se reduce ni al fantasma ni a la verdad de lo que fueron las identificaciones en las que se sostenía el Yo del sujeto. Y eso que no es ficción es la nueva forma de satisfacción pulsional, la nueva forma del goce que produce una verdadera mutación del sujeto.
¿Cómo podemos pensar las ficciones sin Nombre del Padre?
El Nombre del Padre es él mismo una ficción, en el sentido de una construcción significante mítica sobre el goce que habita en el cuerpo. Es de hecho la ficción mayor que ha existido en la historia de la civilización para dar un sentido al origen del sujeto mismo, del ser hablante. Es lo que Freud elaboró con su famoso Complejo de Edipo, ficción de las ficciones tomada a su vez de la ficción de la tragedia griega, para explicar el origen del deseo humano. Así que intentar pensar ficciones sin un Nombre del Padre, sea el que sea, es como intentar pensar una religión sin dios, o una ciencia sin Logos, o un arte sin el lugar vacío necesario para crear su objeto, o una magia sin secreto, o una arquitectura sin espacio, o una fotografía sin luz… Podríamos seguir enumerando y no saldríamos del propio campo de la ficción en el que todo discurso se desarrolla. Sin duda, lo que conocemos como las psicosis son modos de construir ficciones sin la ficción del Nombre del Padre, de hacer una religión sin Dios. Algo así podemos decir de la obra de Joyce tal como la lee Lacan: un increyente radical que produce una obra en la que todos creen. Encontré algo así también en la obra de otro religioso sin Dios standard, la obra de Ramon Llull. Pero eso ya no es algo pensable, no es algo que podamos poner del lado del cogito —del yo pienso— sino del sum —del «yo soy» en el acto que se constituye allí donde ya no hay un «yo pienso» posible. Así que tal vez sería mejor preguntarse qué ficciones podemos poner en acto, no sin el Nombre del Padre sino más allá de él, pasándonos del Nombre del Padre, pero sirviéndonos siempre de él, como indicaba Lacan precisamente en su Seminario dedicado al estudio de la obra de Joyce.
¿Cómo concebir las ficciones en relación al término «fixión» que Lacan introduce en el Atolondradicho? ¿Podríamos decir que tanto las ficciones como la fixión enlazan un real?
Hay que señalar en primer lugar que Lacan introduce el término «fixión» precisamente para abordar lo real de otro modo que no sea a través del mito, forma inevitable de todo discurso hecho de palabras. «Fixer» significa fijar, pero también decidir, hacer una elección en un acto que modifica la relación con lo real, algo distinto a intentar pensarlo. Y Lacan propone en ese momento abordar lo real a través de la lógica —que gobierna la estructura del mito— o mejor dicho de sus impasses, de aquello que muestra un real imposible de escribir, ya no con las palabras sino con las letras de la lógica. Y evoca la misma dificultad anterior del cogito: el ser escapa, huye necesariamente del pensamiento. Para atraparlo utiliza la vía del matema, —»fixión de la opinión verdadera», escribe, «aunque no sin fuente de equívoco». No hay modo de escribir algo de lo real y de intentar transmitirlo sin pasar en algún momento por las palabras, por un decir, por una enunciación que reintroduce necesariamente la dimensión del equívoco. La ciencia misma no puede escapar de esta imposibilidad. Comentar estos pasajes del texto de Lacan requeriría todo un seminario pero muestran de entrada que pasar de la ficción del mito a la «fixión» del matema supone un modo absolutamente diferente de abordar lo real y de ordenar una enseñanza que dé cuenta de él. Cuando se trata de lo real del ser hablante, del ser que habla y goza, del ser que sufre y pide curación, parece imposible salir del discurso de la religión y del mito, sea cual sea. La ciencia misma nació y se ha desarrollado a la sombra de este discurso. Lacan lo evoca un poco más adelante en el mismo texto: «solo la religión a fin de cuentas, por el hecho de constituir la opinión verdadera [la ortodoxia], pudo dar a ese matema [el de la ciencia] el fondo del que se encontraba de hecho investido».
¿Qué resulta de todo ello? Que la empresa de Lacan es desesperada: confrontarse a lo real del ser hablante como lo imposible de escribir por la ciencia, y eso sin dar más sentido a lo real como hace la religión o cualquier discurso inevitablemente construido a partir de ficciones. Como los discursos que pululan por el mundo «psi» con la «psique», o la cognición, verdaderas ficciones del ser hablante. No son mentira, son verdaderas, pero no por eso dejan escapar menos lo real del ser que habla y que sigue siendo absolutamente enigmático. La «fixión» lacaniana, hecha de neologismos, de matemas, de topología, es un intento radical de salir de las ficciones «psi» que alimentan el mercado de la salud mental. Y Lacan enseña así cómo no ceder ante ese real del ser hablante.
¿Cómo inciden estas modificaciones en el uso del cuerpo en la práctica analítica?
Vayamos directos a un ejemplo muy simple pero decisivo. El uso del cuerpo en el espacio virtual de Internet plantea dificultades, irresolubles a mi modo de ver, para la práctica analítica. La sesión analítica requiere de la presencia, real, del analista, de dos cuerpos y de las resonancias que las palabras producen en ellos. Un análisis no puede hacerse por escrito, sustrayendo el acto de enunciación que supone la palabra dicha y escuchada tanto por el analista como por el analizante. Eso es algo que sabemos desde Freud. La cuestión ahora es si se puede hacer un análisis sustrayendo la presencia real del cuerpo, el del analizante y el del analista, de manera permanente. Es un ideal «científico», por decirlo así, que supondría que el cuerpo, sus goces y sus ficciones, pueden ser reabsorbidos y tratados a través de su imagen retransmitida y de la palabra deslocalizada del acto de enunciación, por mucho que la técnica haga apariencia de ello y cada vez de manera más «realista». ¿Podrá el espacio virtual superponerse, en algún momento, del todo al espacio real en el que se produce la experiencia de tener un cuerpo? No está excluido. Pero no se puede, por ejemplo, dar la mano por videoconferencia. Y a veces el acto de dar la mano, ya sea acompañado de un silencio o de una palabra, es un acto tan fundamental como una interpretación. Funciona a veces como interpretación. El acto analítico, que no se reduce a la interpretación hecha de palabras, queda sin duda diluido, cuando no excluido, en el espacio virtual. Y la propia interpretación hecha de palabras depende de hecho de esta dimensión del acto, irreductible en la práctica.
Dicho con los términos que hemos utilizado antes: la ficción Internet deja escapar inevitablemente la «fixión» del cuerpo, de sus goces y ficciones, en el ser hablante. Y, por cierto, recibimos cada vez más lo efectos devastadores de este «escape» en las demandas del sujeto contemporáneo que llegan al analista.
Miquel Bassols
Agosto de 2017