Contribución de Leonardo Gorostiza
En este boletín compartimos –con la amable autorización de Leonardo Gorostiza– algunos fragmentos de la conferencia-testimonio: ¨Pienso, luego Se goza. El cuerpo y los goces en los confines de lo simbólico¨, que dio en el 2012 y que fue publicada en Bitácora Lacaniana, Revista de la NEL, número 2, de noviembre de 2013, dedicada al tema ¨Satisfacciones del cuerpo¨.
En este desarrollo, Gorostiza parte de ¨La Tercera¨ -intervención de Lacan en Roma en 1974- para abordar desde diversos ángulos, la cuestión de los goces y del cuerpo. Se centra en la reformulación del cogito cartesiano que Lacan allí introduce: ¨Pienso, luego Se goza¨. Sobre esto afirma que: ¨Se trata de un nuevo cogito lacaniano que se inscribe en un movimiento –inherente a la muy última enseñanza de Lacan- que luego culminará con la reintroducción del cuerpo, precisamente allí donde el cogito cartesiano lo había expulsado: es decir, en el pensamiento¨.[1]
Gorostiza dice que, en una primera aproximación a ¨La Tercera¨, el cuerpo parece quedar reducido a lo imaginario. Sin embargo, una lectura más atenta permite cernir otras referencias en las que no todo el cuerpo se reduce a lo imaginario. Se trata de atisbar diversos estatutos del cuerpo correlativos a diversos estatutos del goce. En la intersección del cuerpo imaginario con lo simbólico ubica el goce ligado al sentido. El goce fálico, que no se reabsorbe en la buena forma del cuerpo imaginario, se sitúa fuera-del-cuerpo; está presente en el síntoma pero no agota todo el goce del síntoma.
Respecto a los distintos estatutos del cuerpo refiere: ¨(…) en sentido estricto «el cuerpo, como tal, no existe»[2]. Lo que hay son diferentes estatutos del cuerpo que, por lo tanto, no son el cuerpo, ya que éste –al igual que La mujer- no existe (…) podríamos decir que el cuerpo no existe y que lo que existe es la substancia gozante¨.
Avanza sobre la transformación del cogito planteada por Lacan basándose en el texto de ¨La Tercera¨ -que Miller establece en el número 79 de La Cause freudienne-. Subraya que el ronroneo del gato -como lo que sale de todo el cuerpo-, es el punto de apoyo que Lacan toma para la nueva formulación del cogito, y ubica ahí dos transformaciones: ¨(…) Primero, tenemos el cogito cartesiano: «Pienso, luego soy» (Je pense, donc je suis). Segundo, una primera transformación propuesta aquí por Lacan por medio del equívoco: «Pienso, luego gosoy» (Je pense, donc je souis). Y a continuación, el nuevo cogito «Pienso, luego Se goza», (Je pense, donc Se jouit) que supone un rechazo forclusivo del «gosoy» que va reaparecer en lo real, precisamente, bajo la forma de un «Se goza». Desde esta perspectiva, creo se puede afirmar que se abren aquí dos dimensiones tanto del cuerpo como del goce. Así, me atrevería a ubicar del lado del «gosoy», producido por el pensar, un goce ligado al ser y, por lo tanto, al objeto a, semblante de ser, ya que el ser le es supuesto a dicho objeto[3]. Mientras que del lado de lo que reaparece en lo real bajo esa forma absolutamente impersonal, acéfala, del «Se goza», creo que es plausible ubicar el cuerpo en su dimensión real, es decir, como algo que se goza y que no es –retomando las últimas elaboraciones de Jacques-Alain Miller- del orden del ser sino de la existencia¨.
Plantea que esta reformulación del cogito es consecuencia de lo que Lacan trabaja, dos años antes, en su seminario Aún: ¨(…) en ese seminario Lacan debate una vez más con Descartes introduciendo, frente a las dos substancias propuestas por el filósofo, la substancia pensante y la substancia extensa, la substancia que supone la experiencia psicoanalítica: la substancia gozante. Es decir, la substancia que surge de la acción del significante sobre el cuerpo, del significante que es así la causa del goce[4]. De esta manera creo entender por qué en la nueva versión de «La Tercera» establecida por Miller, el nuevo cogito presenta una variación que no figura en las versiones en español que disponemos. Me refiero al hecho de que el «Se» impersonal que precede al «goza» está escrito con una «S» mayúscula. Mi hipótesis es que se trata de la «S» mayúscula como índice de la substancia gozante¨.
Para ¨corroborar el nuevo cogito lacaniano¨ y ubicar al significante en los confines del orden simbólico afectando al cuerpo, se apoya en las Memorias de Schreber y luego en su testimonio: ¨(…) el parlêtre tiene un cuerpo afectado por un desequilibrio permanente en la medida en que padece siempre de un exceso de excitación –lo que llamamos goce- que no puede ser reabsorbido completamente. Dicho de otro modo, que el trauma es consustancial al parlêtre. (…) desde esta perspectiva, la acción del significante no se reduce ya para Lacan a lo que llamamos orden simbólico donde los significantes hablan a los significantes, conversan entre sí y, por lo tanto, no hay nadie. Sino que hay también otra acción del significante que es la de afectar a los individuos, a sus cuerpos. Así, mientras que en lo que llamamos orden simbólico no hay nadie, porque el sujeto tachado que es efecto de dicho orden es un sujeto muerto, un sujeto sin substancia, en los confines de dicho orden –cuando en realidad ya no se trata de un orden sino de la acción de los significantes aislados de lalengua– se constata que el parlêtre, aún sin saberlo, goza en sus pensamientos y en su cuerpo. Es decir, que hay una substancia gozante. Esto es lo que testimonia Schreber en sus Memorias¨.
Avanza en este mismo sentido respecto a la neurosis obsesiva: ¨Tal como señala Jacques-Alain Miller, la neurosis obsesiva también evidencia la tesis de que el pensamiento es goce[5], un goce que perturba el alma, que es lo que da unidad imaginaria al cuerpo. (…) el obsesivo por acción de su no cesar de pensar –panzar, podríamos decir- introduce efectos notables en su cuerpo cuando éste no se encuentra sólo mortificado por el desplazamiento de la libido hacia sus elucubraciones mentales. No es infrecuente constatar que cuando un sujeto obsesivo habla de su no cesar de pensar no deja de indicar, al mismo tiempo, el correlato corporal de dicha acción que suele trasuntarse en palpitaciones, sudoraciones y otras manifestaciones neurovegetativas (…) el cuerpo forma parte del síntoma aunque éste se sitúe en los pensamientos¨.
En relación al recorrido de un análisis, Gorostiza refiere que elucidar la articulación del cuerpo y sus objetos, es un punto central: ¨… en las vueltas de un análisis se trata siempre de despejar las diversas formas del objeto, las diversas «substancias episódicas» (…) en torno a las cuales la pulsión hace su recorrido, y que no se confunde con la «substancia gozante» que entiendo hay que situar más bien del lado del goce imposible de negativizar, es decir, de aquello que resta como goce opaco del sinthome (…) las diversas formas del objeto a, no son sino aquellas que surgen cuando el objeto a en tanto tal[6], es decir, el que no tiene forma «se rompe en fragmentos». Y estos fragmentos sí son identificables corporalmente, porque pueden ser nombrados. Es solo así que el objeto puede advenir como el núcleo elaborable del goce en el análisis y es el modo en que la transferencia, literalmente, «toma cuerpo» ¨.
Para finalizar, se pregunta por los confines de la práctica analítica entendida como práctica lenguajera, en su relación con lo real y con el goce opaco del sinthome. Refiere que Jacques Lacan siempre se dirigió hacia los confines y que esa es la orientación que nos ha legado para este nuevo siglo: ¨Llevar la palabra hacia sus confines con lo real y los goces de los cuerpos¨.
NOTAS
- Brousse, Marie-Hélène, «Variaciones sobre el cogito«, en Filosofía <> Psicoanálisis, Tres Haches, Argentina, 2005, pág. 101.
- Miller, Jacques-Alain, «Del síntoma al matema», en Conferencias Porteñas, Tomo 2, Paidós, Argentina, 2009, pág. 325.
- Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Barcelona, 1981, pág. 112.
- Ibídem, pág. 33.
- Miller, Jacques-Alain, La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Argentina, 2003, págs. 371 a 400.
- Es un modo aproximado de designar lo que en realidad sería el borde real del objeto a en el agujero central del nudo Borromeo delimitado por el cruce de los tres registros.