Reseña: Cristina Coronel
El sábado 25 de octubre nos convocó, en un cálido encuentro, la I Jornada de la Sección La Plata de la Escuela de la Orientación Lacaniana.
Participaron colegas de la EOL, especialmente su presidente, Ana Ruth Najles, y su directora, Silvia Baudini; también colegas de las Secciones Santa Fe, Rosario y Córdoba, quienes se sumaron a la numerosa concurrencia platense. En total, casi 300 asistentes.
Apertura
En la plenaria de apertura, Eduardo Suárez, director de la Sección, dio la bienvenida a todos y presentó el tema de la Jornada, destacando las palabras de J.-A. Miller que ubican el desplazamiento de la práctica que acompaña al siglo: «de la verdad al goce». Este decir de Miller, según expresó Eduardo, «consolidó el rumbo tomado, haciendo que decante casi naturalmente el tema de nuestra primera Jornada». La práctica «hoy debe reformularse a partir de que es el goce y no la relación significante aquello que debe dar la perspectiva…es el objeto y no el padre aquello que puede fundar sentido…es el cuerpo y no el gran Otro aquello que viene a sostener la posición del analista…».
Antes de pasar la palabra nos invitó a valorar este momento, punto de partida para verificar cómo «sobre la base de esta experiencia de Escuela se irá reformulando nuestra práctica», y afirmó que «solo habrá reformulación, si logramos hacerla existir».
Silvia Baudini y Ana Ruth Najles, siguiendo a J.-A. Miller en sus últimos cursos, desarrollaron el cambio de paradigma que nos propone la última enseñanza de Lacan y sus consecuencias en la práctica. En ese sentido, situaron la clínica implicada en la conceptualización del sinthome como funcionamiento y modo de gozar: clínica de los arreglos, orientada por lo real y diferente de la clínica del conflicto, del síntoma como retorno de la verdad reprimida, del cual uno se cura. «Del sinthome nadie se cura» expresó Ana Ruth. La «clínica sin conflicto», como dijo Silvia, apunta a obtener un nuevo arreglo con el modo singular de gozar.
Primero, Silvia Baudini, a partir de la afirmación de Miller «en la época del parlêtre se analiza a cualquiera», señaló que orientarse por el síntoma como funcionamiento abre una vía de intervención en la práctica de la época actual, pero a la vez «coloca al analista en una posición más prudente».
Se refirió al cuerpo del parlêtre «como sede del acontecimiento sintomático», trauma por inserción de lalengua, distinguiéndolo del «cuerpo reducido a su forma, vehiculizado por el lenguaje del sujeto del significante».
La producción de sentido del síntoma –al final de la enseñanza de Lacan– es «una cobertura, una defensa» –acentuó Silvia–; «la finalidad mayor del síntoma es la satisfacción». El síntoma, a diferencia del fantasma, «no se atraviesa, sino que se opera a partir de él».
Su trasmisión permitió ubicar que la «época del parlêtre«, no sólo alude a la época de las últimas elucidaciones teóricas de Lacan ‑prevalencia de lo real, del goce, sobre la verdad‑ sino también y especialmente señala el desfallecimiento de lo simbólico en la época actual y sus efectos: «cuerpos traumatizados» de los que dan cuenta las prácticas a las que el parlêtre los somete, y que muestran «un embrague directo del goce en el cuerpo».
Luego, Ana Ruth Najles destacó que lo determinante del sinthome es el acontecimiento de cuerpo. Con el sinthome, se trata de «lo real del goce del cuerpo como tal…está del lado de la satisfacción pulsional y por eso aparece como una pieza suelta».
Citando a Lacan («Posfacio al Seminario 11″ y Seminario 23) puntuó que la letra se escribe en el cuerpo fijando lo invariante del goce, al cual «solo accedemos por trozos…en los intersticios de los dichos». El modo de gozar no se cambia, pero «a través del análisis se puede cambiar la relación con el modo de gozar para salir del autoerotismo del goce». Ubicó así el savoir y faire del final de análisis.
Concluyó subrayando que «en ese recorrido, es necesario introducir el vacío por medio del discurso…para producir el nudo borromeo de tres: simbólico, real, imaginario», pero –agregó– hay que contar con la presencia del cuarto, «el sinthome cuya función está sostenida por el analista en la cura».
Las dos expositoras acentuaron la importancia de la formación del analista –en el propio real– en la experiencia del análisis y el trabajo de control. Resonando así, más acá de la reformulación de la práctica, una reconfiguración propia, la del parlêtre en la experiencia, como condición para hacer existir la práctica analítica y su reformulación.
Luego, Rosana Salvatori, responsable a cargo de la organización de la Jornada, dio paso al trabajo en las mesas simultáneas.
Mesas simultáneas y semiplenarias
Goce y verdad, cuerpos mudos, cuerpos hablantes, el cuerpo y el lazo, rasgo y repetición, inconsciente y sinthome, el camino de los sueños, lalengua y la resonancia, las presentaciones actuales, intervenciones, el sentido de la interpretación, la práctica del control y el psicoanalista ciudadano: fueron los ejes en torno a los cuales se distribuyeron diversos trabajos teóricos y clínicos presentados en las mesas simultáneas. Los interesantes aportes que pudimos escuchar, resultaron enriquecidos con las preguntas y la conversación que promovieron; el auditorio participó activamente.
Quienes estuvieron presentes podrían dar cuenta de resonancias propias, según las mesas que presenciaron. Por mi parte, pude constatar la importancia de precisar cómo nos servimos de los conceptos que fundamentan la práctica, con la reformulación que implica la última enseñanza de Lacan: ¿Cómo sostener la operación analítica en la «era del parlêtre» sin desviarnos de sus principios, sin reducir la práctica a una psicoterapia más o convertirla en una experiencia mística de cuerpos?
En una de las mesas simultáneas, Luis Salamone, preocupado por las consecuencias clínicas y el riesgo de menospreciar la verdad, abordó «el parentesco entre verdad y goce». En la conversación acentuó la necesidad de precisar no sólo lo que se juega en cada registro, sino también en los cruces; como ejemplo refirió que el sinthome anuda lo imaginario, lo simbólico y lo real; no remite solamente lo real. Destacó la importancia de preservar el trabajo que un análisis hace con lo imposible: «no hay forma de dar con lo imposible si no apuntamos con lo simbólico a lo real, es ahí donde encontramos lo imposible», «si nos sacamos la herramienta de lo simbólico, lo que tenemos es la impotencia». Finalmente planteó: «¿Qué es lo que nos cambia la clínica?, ¿el saber?, ¿encontrar la verdad en un seminario de Lacan? Lo que nos cambia la clínica es el análisis y los controles, la formación de cada uno como analista».
Durante las primeras horas de la tarde tuvieron lugar las dos mesas semiplenarias donde los responsables de seis grupos de investigación, propuestos para tal fin, expusieron los productos de la elaboración grupal.
En la mesa semiplenaria de la sala A, cada uno de los responsables de los grupos de investigación leyó el trabajo respectivo. Christian Rios, «Los síntomas contemporáneos y la práctica analítica», José Damiano, «La sexualidad habla» y Belén Zubillaga, «Efectos de la práctica analítica sobre el cuerpo». (Publicados en «Engranajes #10» http://www.eol-laplata.org/template.php?sec=Jornadas-y-eventos&file=Jornadas-y-eventos/Engranajes/010.html).
Adriana Testa –a cargo de la interlocución–, comentando la investigación sobre los síntomas contemporáneos, formuló que una práctica orientada por lo real «no deja inmune la función del analista, su lugar en la transferencia y el modo en que se sirve de la palabra». Propuso distinguir entre individuo y sujeto, en tanto «no se trata solo de detectar los indicios de implicación subjetiva del sujeto… y menos en los casos donde lo que se presenta es la urgencia de la satisfacción». Se trata de «detectar los indicios de la posición de goce», afirmó. El parlêtre supone «volver al individuo del goce al que se le supone un cuerpo marcado por el encuentro contingente con los jirones de lalengua«.
Del trabajo sobre sexualidad y sexuación subrayó el planteo sobre la disyunción –a partir de las fórmulas de la sexuación– entre el significante del Nombre del Padre y la significación fálica. Y se refirió al goce femenino como paso que da Lacan para ir más allá de la pregunta freudiana «¿Qué quiere una mujer?», paso que compromete lo dicho anteriormente acerca «del parlêtre, lalengua en el cuerpo, y la diferencia entre goce femenino y goce fálico».
El auditorio intervino con varios aportes, se destacan las puntuaciones sobre la diferencia entre los términos de los siguientes binarios: significación fálica y letra fálica, goce fálico y posición femenina, goce femenino y posición femenina, posición femenina e histeria, verdadera mujer y posición femenina.
José Damiano recordó que en el trabajo investigaron cómo pensaba Miller esta temática ‑en su curso De la naturaleza de los semblantes‑ en el camino del más allá del Edipo, y respecto del interrogante de la mujer detrás de la histeria; y en ese sentido, para diferenciar sexualidad femenina de goce femenino abordaron «una respuesta» con el fragmento extraído del testimonio de Ana Lucia Lutterbach Holck.
En relación al tercer trabajo, de los efectos sobre el cuerpo, Adriana Testa aportó una referencia de la antropología que interpreta las prácticas masoquistas de flagelación del cuerpo como un modo de tratar lo perecedero frente a los fenómenos y efectos culturales de la tecnociencia: «cuerpos brillantes, transformados, donde la muerte pareciera no contar». Los piercing, los tatuajes, los cortes como un modo de hacerle lugar a lo perecedero, a la inquietud por la mortalidad y el dolor. Adriana ubicó la satisfacción paradójica en juego, preguntó si estos casos llegan a la consulta y, ¿cómo intervenimos?, siguiendo la propuesta de revisar desde el cambio de paradigma la articulación: saber, verdad, goce.
Belén Zubillaga citó a Miller en El ultimísimo Lacan: se trataría de «elevar el psicoanálisis a la dignidad de la cirugía», e invitó a pensar qué tenemos en común y qué no con esas prácticas. Afirmó: «Se trata de apuntar, en nuestro acto, al gesto quirúrgico de cortar, desde el sentido, al cuerpo en vez del organismo».
En la conversación, Ana Ruth Najles intervino localizando que esas prácticas tratan de «recortar el exceso de goce para producir algo de la castración; o para producir algo de lo real del cuerpo que se descompone, que se degrada», lo cual es horroroso de enfrentar y puede retornar como exceso de goce. Señaló que «no se trata solo del cuerpo imaginario de la forma como superficie de inscripción; está la carne».
En la semiplenaria de la sala B, José Matusevich, interlocutor de la mesa, realizó un comentario de los textos publicados previamente para su lectura en Engranajes #10. La operación del equívoco en relación al sinthome ordenó su lectura de los tres trabajos.
Comenzó con el trabajo del grupo de investigación sobre el control, tomando la referencia del Seminario 23 –comentada en el texto– donde Lacan menciona dos etapas del control: «la del rinoceronte», en la que aprueba siempre, y «la etapa del equívoco». Respecto de la primera, Matusevich agregó: «aprueba…da la razón», vinculándola con el sujeto, y conectó la etapa del equívoco con el sinthome.
Sobre la interpretación, tema del segundo trabajo, tomó dos sentidos de la palabra «equívoco» poniéndolos en correspondencia con dos modalidades de interpretación abordadas en el texto: uno, con el malentendido producto de la polisemia del significante, el otro con el «no es eso» que situó como más cercano a la interpretación por el equívoco propuesta por Lacan para operar sobre el sinthome. Luego señaló la diferencia entre el síntoma madaquin, «el síntoma Lacan», y el sinthome roule, «la herejía de Joyce por la que pudo hacer su escritura». El equívoco –dijo– opera «separando del síntoma su madaquinismo, llevándolo al «sínthome en rueditas».
Su comentario sobre la práctica con niños se detuvo en una viñeta clínica, situando que la interpretación que opera por el sin sentido, al introducir una diferencia en el «absoluto del goce», le permite, a la niña, tener un goce que molesta al otro y construir su propio síntoma. Acentuó la necesidad de pasar primero por el madaquismo del síntoma, en la dimensión del Otro, lo cual nos indica una orientación en el análisis, la niña tendrá que «separarse de ese síntoma madaquin».
En la conversación, Ana Piovano expresó ‑respecto de la investigación sobre el control‑ que para quien controla, el tiempo de esa etapa «del rinoceronte» dura «hasta que algo es tomado y se pone a trabajar en control…hay algo de la propia práctica que tiene que ver con lo que se trabaja en el propio análisis». Y refirió que «no hay la buena palabra para decir», señalando la responsabilidad, para el controlador, de encontrar «la buena manera de que alguien pueda hacer con su estilo…y el estilo también es una cuestión del análisis».
Carlos Jurado, responsable del grupo que trabajó el tema de la interpretación, agradeció a José Matusevich su comentario ya que ubicar que el equívoco actúa en el pasaje del madaquismo al sinthome roule, lo llevó a preguntarse «cómo impactaría el equívoco para hacer avanzar hacia la otra dimensión, más allá del ideal, del fantasma, etc.».
Josefina Altshuler refirió que durante el trabajo de investigación pensaron esa interpretación como resonancia libidinal porque tuvo un efecto sobre el cuerpo, posibilitando a la niña, con la cesión de ese goce nombrado «macaco», un nuevo lazo; nuevo embrollo con la verdad: el miedo con el cual está construyendo su síntoma, distinto al «goce pegado, embadurnado al fantasma materno».
Luego, las preguntas y las intervenciones del auditorio dieron lugar a una fluida conversación. El camino de la verdad al goce y viceversa, el equívoco como error y el equívoco como equivocación, el sujeto como parte del juego del equívoco fueron algunos de los temas que aportaron al trabajo.
El Pase
En la mesa del Pase, Cecilia Gasbarro y Paula Kalfus nos hicieron partícipes de una experiencia inaugural en la ciudad, marcando esta Primera Jornada Anual de la Sección como Primera Jornada Anual de Escuela.
Silvia Salman, interlocutora de la mesa, luego de referirse a la Primera Jornada y a esa mesa del Pase como «acontecimientos en la Escuela y en la ciudad», formuló las preguntas que cada uno de los testimonios responde: «¿De qué modo un análisis puede expresar el trayecto de la verdad al goce?, ¿cómo se anudan y se desanudan estos términos? En la experiencia analítica, ¿en qué se transforman los amores con la verdad al final de un análisis? ¿Cómo un trabajo analítico puede desembocar en habitar un goce que no desmiente las marcas de la inexistencia de la relación sexual?».
Cecilia Gasbarro, en su testimonio «No hay más sed», organizó el relato siguiendo la secuencia que formula Lacan en el Seminario 23: elegir el camino por el cual alcanzar la verdad, confirmarlo, reconocer la naturaleza del sinthome y usarlo lógicamente hasta alcanzar su real.
Tres sueños escanden sus embrollos con la verdad. El primero, permite ubicar la emergencia de una verdad y el inicio de la «sed de verdad». Primera escansión hasta que comienza un análisis, que aloja esta «sed», pero a causa de un síntoma «de otro orden» que le producía un «sufrimiento mayor». El análisis le permitió revelar que el desconocimiento y sobre todo la pasión de obturar la hiancia, la sumía en la impotencia: no poder escribir todo; lo cual se hacía extensivo a todos los aspectos de su vida. La sed de verdad seguirá el sesgo que le imponía el síntoma «cierre». El segundo sueño, mediando el análisis, representa una «solución figurada»: «cierre». Y un impasse: «el sujeto encerrado en su propia solución». Dice que «desembrollarse de eso llevó un tiempo de confirmación de esa verdad medio dicha…el desgarro del velo del fantasma fue un paso necesario pero no suficiente».
El tercer sueño y una interpretación del analista le posibilitaron ceñir el sinthome y acabar su sed de verdad: «Se trata ahora de consentir a un goce que se desliza sin remedio…La dificultad en la escritura –cuyo resto sintomático prosigue– está ahora más al servicio de una transmisión que se haga escuchar, que del rollo autista del síntoma».
Y efectivamente, con el detalle –en los dos primeros sueños– de los objetos de la fobia infantil y un reciente recuerdo de los 3 años de edad, Cecilia nos transmitió cómo una verdad es el semblante capaz de alcanzar un trozo de real. Estos objetos, en estrecha relación a la intrusión de un goce traumático, «al pasar a los sueños permitieron el despliegue de verdad». Cecilia invierte el argumento y dice: «del goce a la verdad». El recuerdo infantil le permitió situar la letra fálica que vehiculiza un goce parcial, argumento de su fobia infantil y sustento, en el síntoma «cierre», de «algo más real que la estofa del fantasma».
Paula Kalfus presentó su quinto testimonio, «El color del arrebato». Esta vez leyó en su caso el fantasma, la verdad hermana del goce, el síntoma fractal, y los restos sintomáticos.
Con respecto a la construcción del fantasma, sitúa la potencia del dicho materno como una de las vertientes en el origen de la «causalidad simbólico imaginaria del fantasma», en tanto articuló el S1 al objeto desecho como causalidad real, encuentro con el goce. Las escenas infantiles proveyeron la figuración del objeto y escribieron en el cuerpo la letra del síntoma, «punto de fijación libidinal al que la constelación fantasmática no cesaba de proveer de sentido». La construcción del fantasma y su atravesamiento, posibilitaron la reducción del sentido gozado: «el campo semántico del significante judía se aligeraba de su carga de sentido mortificante habilitando el recurso identificatorio a un significante entre otros; abierto tanto a un abanico de posibilidades de sentido como a ninguno».
Manifiesta que la creencia en el síntoma se potenció con la comprobación de la repetición de su nombre: verificó en el análisis que sus diferentes versiones confluyen bajo una denominación común, «el arrebato». Tomando como referencia la propuesta de Miller sobre el síntoma como objeto fractal y la noción de iteración, extensible a dicho objeto, señala la iteración en dos referencias. Por un lado, la escritura del síntoma, en sus vertientes mortificante y vivificante: «el arrebato, una y otra vez». Por el otro, el acontecimiento de cuerpo; la marca del Uno que no cesa de percutir, «trazando en la carne esos encuentros con el goce como si fuera la primera vez».
Finalmente ubica los restos sintomáticos: el arrebato como pudor, velo de la castración femenina y a la vez manifestación de la significación fálica; el arrebato que remite al goce del cuerpo en tanto suplementario al goce fálico y el arrebato como «golpe de vida», que «itera la singularidad del goce del cuerpo vivo en que se sostiene la existencia».
El cierre de la Jornada estuvo a cargo de la Comisión Organizadora: Graciela González, Marisol Gutierrez, Valeria Polari y Verónica Escudero, quien agradeció a todos los que hicieron posible la realización de la misma, especialmente a los integrantes de la comisión científica: Gerardo Arenas, José Lachevsky y Ricardo Seldes.
Los ecos invitan a seguir el trabajo con el último paradigma lacaniano que, como Miller nos señala, está en consonancia con las presentaciones y demandas actuales: el acento está puesto en el goce. Pero sin perder de vista la especificidad de la intervención y efectos analíticos, sus diferencias con la intervención psicoterapéutica; y sabiendo que, en la reconfiguración de la práctica de cada uno, la elucidación conceptual o teórica debería ensamblar con el propio análisis y los controles.
En ese sentido, el trabajo realizado en esta Primera Jornada dejó un valioso saldo. Y por delante, nos queda continuar este camino que comenzamos a zanjar para no empantanarnos, y sí avanzar con la orientación que hace existir al psicoanálisis.