Integrantes: Christian Ríos, Sonia Beldarrain, Mariángeles Costa, Sebastián Llaneza
Síntomas contemporáneos y la transferencia
En el psicoanálisis de la Orientación Lacaniana, solemos oponer los síntomas clásicos a los denominados síntomas contemporáneos. Tal oposición es correlativa de la distinción entre el discurso del amo antiguo, también llamado discurso del inconsciente, y el discurso capitalista[1]. Si los síntomas clásicos son consecuencia del discurso del amo, los síntomas contemporáneos son efecto del discurso capitalista.
En el Seminario 17, El reverso del psicoanálisis, donde Lacan formaliza los cuatro discursos, nos presenta el discurso del amo como un discurso inicial del que parten los otros tres: el histérico, el analítico, y el universitario. El matema del discurso del amo da cuenta de un circuito que, si seguimos las flechas, se detiene en el encuentro con la doble barra. Ésta representa una barrera contra el goce.
En la estructuración subjetiva, la incidencia del significante amo produce una pérdida de goce que genera, a su vez, la posibilidad de que el sujeto intente recuperarlo por medio de la realidad de sus fantasías. Por lo tanto, sin la presencia de esa doble barra no podría constituirse la matriz del fantasma ($◊a) que determina los sentidos del síntoma[2] y que permite al sujeto robar goce a escondidas.
Ahora bien, esa doble barra es la que desaparece en el discurso capitalista. La incidencia del discurso de la ciencia sobre el discurso del amo antiguo produce variaciones que dan por resultado el discurso capitalista, que intercambia los lugares del significante amo y del sujeto.
En el discurso del capitalismo, el agente ya no es el significante amo sino el sujeto. Dicha variación desabona del inconsciente estructurado como un lenguaje: el sujeto se independiza del significante amo, se emancipa de las determinaciones del discurso del inconsciente, y deja de ser representado por un significante para otro significante. Así, como dice Miller, el sujeto hipermoderno se encuentra sin brújula.[3]
A partir de esta emancipación de las determinaciones del inconsciente, podemos entender la dificultad que plantean algunos de los síntomas contemporáneos. Muchos sujetos que llegan a la consulta con presentaciones monosintomáticas (toxicomanía, anorexia, bulimia y obesidad), muestran resistencias a aquellas intervenciones clásicas que fundarían el inconsciente transferencial. Como no parten del discurso del amo, no resulta fácil pasar a su reverso, es decir al discurso analítico.
Domenico Cosenza dice que son síntomas sin mensaje, sin Otro, trastornos del goce que no encarnan ningún enigma para el sujeto y en los cuales éste no se implica, ya que lee sus manifestaciones como provenientes del exterior o como acontecimientos naturales donde no tiene responsabilidad alguna.[4]
Otra forma de entender los síntomas contemporáneos es a partir del planteo que Miller realiza en «Una fantasía». Ascenso al cenit social del objeto a, comando del plus de goce y equiparación del discurso del analista con el discurso de la civilización actual, dan la clave para comprender el carácter de los mismos.
Ahora bien, dada la estructura de estos síntomas, ¿debemos insistir en instaurar la transferencia simbólica? Los casos demuestran que esta vía no siempre está disponible. ¿Es cuestión de transformar el dispositivo analítico para alojar las formas renovadas del síntoma?
Miller reconoció que «forzar el síntoma en su estatuto autista a reconocerse como significado del Otro se torna un problema, una operación contra natura».[5] Entonces, ¿cómo operar frente a dichas presentaciones? Siguiendo la orientación de Miller, diremos que se trata de inventar la práctica lacaniana desde la última enseñanza de Jacques Lacan. Trabajo que implica abordar cada uno de los conceptos fundamentales. En está ocasión nos centraremos en la transferencia.
Con estos interrogantes, entrevistamos a tres colegas de la EOL (Silvia Baudini, Cecilia Gasbarro, y Fernando Vitale), quienes coincidieron en que la transferencia no se agota en el Sujeto Supuesto Saber, y que los síntomas contemporáneos obligan a reformular dicho concepto.
En el Seminario 10 Lacan habla de una cara real de la transferencia, y en el Seminario 11 dice que no alcanza con la función de Tiresias: es preciso que el analista tenga tetas.[6]
Considerar que la transferencia no se reduce al Sujeto Supuesto Saber, nos orienta en el abordaje de los nuevos síntomas y nos conduce a pensar que en muchos casos actuales, si bien no contamos con el Sujeto Supuesto Saber, sí lo hacemos con la transferencia.
En el «Seminario 21″[7] Lacan dice que la transferencia no es un medio, sino el resultado de que,en un análisis, se emplee la palabra como medio. Esto implica algo que no tiene que ver con la palabra, que es precisamente el saber. Pero no el saber supuesto, sino el que parasita al lenguaje, con una invariancia que, según Gasbarro, lo aleja de la ilusión de desciframiento que produce el Sujeto Supuesto Saber.
Entonces, ¿qué sería un analizante desde la última enseñanza de Lacan? En el «Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11″, Lacan dice que un analizante es cualquiera que presenta una demanda, que es una urgencia de satisfacción, y que el analista ofrece atender ese requerimiento que no está seguro de poder satisfacer.
Por otra parte en «Consideraciones sobre la histeria», de 1977, Lacan subraya que la sexualidad está capturada en las palabras y que esto es «mucho más importante que saber lo que quiere o no quiere decir el inconsciente».
De estas tres referencias, Gasbarro concluye que si un parlêtre ─cualquiera─ trae su cuerpo afectado por la profunda relación de las palabras con la sexualidad que lo hace sufrir, y si la oferta del psicoanalista es tratar esto mediante la palabra, puede producirse algo que quepa llamar transferencia. Si la palabra del analista resuena en ese cuerpo de una manera que toque eso, puede haber efectos de saber aunque éste no se encarne estrictamente en un Sujeto Supuesto Saber, aunque el parlêtre no busque, o incluso rechace, una interpretación de sentido, aunque esté desabonado del inconsciente transferencial.
Para situar clínicamente algunas de las nociones trabajadas, nos valimos de dos viñetas clínicas[8] aportadas por Sebastián Llaneza y Sonia Beldarrain. Ambos casos, en su singularidad, permiten pensar, no sólo la cuestión de la transferencia, sino también la posición del analista y el estatus de la interpretación en la última enseñanza de Jacques Lacan.
En uno de ellos, vemos que no hay enigmas, asociaciones, ni hystorización. Tampoco hay Sujeto Supuesto Saber, pero resulta posible situar determinados efectos, después de cada intervención, que no van por la vía del desciframiento. La analista está allí, y presta su cuerpo, para anudar la falla estructural del parlêtre.
El segundo caso ilustra cómo a partir de las maniobras del analista, se pone en juego el significante al cual el sujeto se encuentra sujetado, y la posibilidad de instaurar el discurso del inconsciente. Consideramos que, dicho caso, también puede servirnos para comprender por qué la transferencia es el soporte del Sujeto Supuesto Saber y no a la inversa.
Conclusiones
Los síntomas contemporáneos revelan los cambios en el Otro social y nos fuerzan a reformular la práctica del psicoanálisis. Lacan, en su última enseñanza, introduce el concepto de parlêtre para reemplazar la noción del inconsciente freudiano, y en la misma dirección Miller abrió diversas líneas de investigación para el próximo Congreso de la AMP.
En «Momento de concluir», Lacan introduce un clivaje entre el individuo afectado por el inconsciente (es decir, el parlêtre) y el sujeto del significante, que él mismo había homologado en el Seminario 20. Ese clivaje implicaría hacernos a la idea de que, para la práctica lacaniana contemporánea, «no es preciso amar lo verdadero», como dice Miller.
Como señala Baudini, analizar al parlêtre implica una pragmática «de lo que para cada uno de manera singular funciona. Y eso no es necesariamente del orden del significante».
Considerar que lo real del inconsciente es el cuerpo hablante, y hacerse incauto de lo real, es una vía por la cual el parlêtre puede, según Miller, «montar un discurso en el que los semblantes atrapen un real, un real en el que creer sin comulgar con él».
NOTAS
- Lacan, Jacques, «Del discurso psicoanalítico», conferencia dictada en Milán el 12 de mayo de 1972.
- Miller, Jacques-Alain, Síntoma y fantasma: Dos dimensiones clínicas, Manantial, Buenos Aires, 1983, p. 52.
- Miller, Jacques Alain, «Una fantasía», en Punto Cenit: Política, religión, y el psicoanálisis, Colección Diva, Buenos Aires, 2012, p. 37.
- Cosenza, Doménico, «Introducción a la clínica psicoanalítica de la anorexia, bulimia y obesidad», en Logos (8). Revista de la NEL-Miami. Ediciones grama, 2014, p. 17.
- Miller, Jacques Alain, Laurent, Eric., El Otro que no existe y sus comités de ética, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2005, p. 373.
- Referencia a Las tetas de Tiresias, de Apollinaire.
- Clase del 4 de diciembre de 1973.
- La versión completa de este trabajo contiene el análisis y desarrollo de los casos clínicos mencionados. La misma podrá ser escuchada el 25 de octubre en el marco de las Primeras Jornadas de la EOL- Sección La Plata: De la verdad al goce: reformulaciones de la práctica.