Integrantes: Ana Laura Piovano, Mónica Boada, Analía Ferreyra, Brígida Griffin, Jorge Luis Santopolo
Será por eso, porque nuestra Escuela se funda alrededor de un agujero, a saber, que no se sabe qué es un analista, que la práctica del control es una cuestión política.
Intentaremos transmitir una experiencia de transferencia de trabajo, de Escuela.
Cuando nos informaron que el tema era el control, la cita se impuso. Ya clásica, se encuentra en la primera clase de El Sinthome. Afirma Jacques Lacan:
«Suele ocurrir que me dé el lujo de controlar, como se lo llama, a cierto número de personas que según mi fórmula, se han autorizado ellas mismas a ser analistas. Hay dos etapas. Está esa en la que son como el rinoceronte, hacen poco más o menos cualquier cosa y yo los apruebo siempre. Efectivamente, ellos siempre tienen razón. La segunda etapa consiste en jugar con ese equívoco que podría liberar el sinthome. En efecto, la interpretación opera únicamente por el equívoco. Es preciso que haya algo en el significante que resuene (…) Las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir».[1]
El signo de interrogación que habitaba en el margen de la página 17 del Seminario 23 se convirtió en motor.
Tras la pista del rinoceronte
El animal, con los ojos separados por su cornamenta, no tiene ángulo de visión pero puede percibir una persona quieta a 30 metros. Embiste defensivamente, orientado por sus orejas tubulares. Fuera de control, por cierto, es peligroso. Mucho más aún «en la porcelana».
El rinoceronte es una obra célebre de Eugene Ionesco, de 1959.[2]En ella, primero se duda de la existencia del rinoceronte (salvo por los efectos de su pasada por un bazar), y luego se produce una transformación identificatoria: todos menos uno, en la pequeña ciudad, se convierten en rinocerontes.
Lacan usa la expresión «rinoceronte en la porcelana» al menos en dos oportunidades, ambas en referencia al psicoanalista y su acto.
En la clase del 8 de marzo de 1967 del «Seminario 14», a meses de la «Proposición del 9 de octubre…», está hablando del acting out y dice: «Tenemos que avanzar como rinoceronte en la porcelana, suavemente, hay algo en el acting out que tiene relación con la intervención del analista». A continuación, trabaja el caso de Kris, dando cuenta de los efectos de la interpretación postfreudiana en relación con la transferencia. Nuestra hipótesis es que la porcelana es el grupo analítico, y el «suavemente», una ironía.
Luego, en la clase del 9 de abril de 1974 del «Seminario 21», cuando distingue su fórmula «el analista no se autoriza más que de él mismo y de algunos otros», del «nombrar para» que en el psicoanálisis es una pendiente resultante del discurso universitario, dice: «Si seguramente uno no puede ser-nombrado-para el psicoanálisis, esto no quiere decir que cualquiera puede entrar en él como rinoceronte en la porcelana, es decir, sin tener en cuenta que sería preciso que se inscriba aquello que yo espero que venga a escribirse».
Sostenemos que la posición de cada practicante respecto del control y, por lo tanto, de la Escuela, depende de cómo se lea la fórmula «el analista no se autoriza más que de él mismo y de algunos otros». Esos «algunos otros»con quienes conversamos acerca de nuestra práctica encarnan la Escuela. El control consiste en dar cuenta de los efectos de formación de quienes, siguiendo la fórmula, se autorizan a analizar.
Entonces, no es cuestión de vigilancia (más allá de lo siniestro del término control,[3]) sino de verificación del acto. Si en una primera etapa Lacan alienta al analista a seguir su propio movimiento –fiel a su estilo, a su modo– mientras controle, se debe a que cree en una segunda etapa en la que lo orientará «tratando el equívoco que podría liberar el sinthome«.
Es preciso que algo del significante resuene en el cuerpo, y también un largo recorrido para que el rinoceronte consienta a dejarse enseñar por el síntoma.
Dios mío, ¿qué he hecho?
En la escena del control, un analista se dirige a otro, en virtud de una transferencia previa, para revisar su práctica, en tanto y en cuanto considera que está en problemas. De un lado y del otro constatamos la pregnancia del control SOS en la urgencia y, ante todo, la demanda del analista sobrepasado por su acto, con cierto efecto Frankenstein: «Dios mío, ¿qué he hecho?».
En el inicio de su enseñanza, Lacan dijo que «el mejor fruto que sacaría [el controlado] sería aprender a mantenerse él mismo en la posición de subjetividad segunda en que la situación pone de entrada al controlador».[4]
¿Cómo controla el controlador? No es seguro que interprete siempre. En tanto el deseo del analista y la autorización son materia del análisis personal, el control opera sobre la posición del practicante, sobre los puntos oscuros que obstaculizan su intervención.
El controlador acompaña los pasos del practicante, respetando su movimiento sin dejar de cuidar la buena orientación. Se trata de hacer uso del único orificio que no se cierra, pero no para oír, sino para localizar aquello que debe ser oído: un decir.
En la conferencia en la Universidad de Columbia, el 1° de diciembre de 1975, Lacan se pregunta por qué se ha llamado a eso supervisión, ya que es una super-audición, y agrega que es muy sorprendente que, al escuchar lo que les ha contado un practicante, podamos tener una representación de aquél que está en análisis, y concluye que esa es «una nueva dimensión», es decir, «el sitio donde reposa un dicho».[5]
En su relato, aparentemente habla uno, y en la medida en que se establece la dirección al Otro, comienza a producirse un movimiento necesario por el cual, en un momento, se desprende un texto A, inherente al controlante, a su posición y/o a sus fallos posibles, y un texto B derivado de aquél, a construir separado de aquél, un texto hipotético atribuible al paciente en cuestión.
Es interesante obtener este desdoblamiento del texto hablado, a fin de que se exprese la palabra que implica al controlado, en la cual se encontrarán más nítidamente las interpretaciones del caso que sin saber sostiene, y los dichos que taponan la posibilidad de escucha.
Este entramado distinguible expresa lo que, de la transferencia, es capaz de enredar. Llegado el caso, se verifica desde la turbación hasta la angustia, que provoca el empuje a controlar lo que se experimenta como del orden del fallo o del síntoma del analista.
El texto imputado al analizante, más o menos fiel a la literalidad del mismo, instala una superficie virtual sobre la cual se produce el posible trabajo de transmisión. Está en directa relacióncon el texto A, e incluso en cierta dialéctica a develar, de modo tal que se iluminen los tropiezos en los cuales, por efecto del síntoma/fantasma del controlado, se obtura la escucha de la singularidad del paciente.
El control y la Escuela
En el «Acto de fundación»,[6] Lacan incluye el problema de la «entrada en control» dentro de la sección de psicoanálisis puro, o sea, «praxis y doctrina del psicoanálisis propiamente dicho, el cual es y no es otra cosa […] que el psicoanálisis didáctico». Pero lo incluye operando una inversión: «Desde el comienzo y en todo caso un control calificado le será asegurado en ese marco al practicante en formación en nuestra Escuela».[7]
Éric Laurent observa que Lacan hizo del control una obligación, no para el sujeto, sino para la Escuela, que debe responder a la demanda de control que «se impone».[8]
Es una inversión dialéctica operada por el Lacan político: lo que para la IPA, fundada por Freud con el modelo del padre, es obligación, estándar, con el didacta que dirige a la identificación con el analista, para Lacan, luego de la excomunión, es «responsabilidad de la Escuela». Por eso, Jacques-Alain Miller agrega, a los cuatro conceptos fundamentales del Seminario 11, la Escuela como quinto concepto.[9]
El gesto de Lacan no es menor, si tenemos en cuenta que en 1918, a poco de inaugurar la IPA, Freud había instituido la obligatoriedad del control de la práctica, una de las tres patas de la formación analítica y, a la vez, consecuencia de la incorporación del psicoanálisis en la enseñanza universitaria.[10]
El título de nuestra primera jornada, invita a un recorrido: «De la verdad al Goce. Reformulaciones de la práctica». Hemos discutido si acaso pensábamos en términos de progreso. Sin creer en la superación, notamos avances, no obstante, en la medida en que cada vez se ciñe más firmemente un real. Esto, claro está, no vale solamente para la enseñanza. Lo verificamos tanto en los análisis como en los controles: si uno va al control en busca de la verdad del caso, lo que se ciñe es su goce.
Entonces, aunque desde el punto de vista sincrónico cada control adquiere para el practicante valor en sí mismo, en un eje diacrónico, asegurado por la continuidad en el uso del dispositivo, cada quien podrá atisbar y encontrar la buena distancia respecto de su solución sintomática.
El control produce Escuela y es producido por ella. No va de suyo ni es automático. Existen en la Escuela, a un tiempo, lo Uno y lo múltiple, y cada quien, con sus marcas, desde ellas, se anuda.
En definitiva, la Escuela está allí a fin de hacer existir su discurso, el analítico. No está en su espíritu, por cierto, domesticar rinocerontes ni transformar la pequeña aldea (mediante la identificación) en todos rinocerontes.
Para concluir, recordemos la primera referencia que tomamos. A los 74 años de edad, Lacan se daba el lujo de controlar, por medio del equívoco, a quienes, siguiendo su fórmula, se habían autorizado a ser analistas.Buscaba una resonancia…
Nada más. Nada menos.
Anexo: El control en la Escuela
Debate en internet
- El principio del control en la Escuela (EOL)
- El principio del control en la Escuela (Comité de Acción de la Escuela Una)
- Organizar la contingencia: política versus regulación (NEL)
- El arte del control (NEL)
- La gran Conversación de la Escuela Una
- Nota sobre el control (Hebe Tizio)
- Intervención de Jacques-Alain Miller en la Jornada sobre «Los usos del control»
- Paradas de lo real en la dirección de la cura: «El control»
- Noche del Consejo Estatutario de la EOL «Marcas del control efectos en la práctica»
Agradecemos especialmente a Hebe Tizio el artículo «A veces un rinoceronte nos refresca la memoria», publicado en La Cause Freudienne No 52 (inédito en castellano).
NOTAS
- J. Lacan, Seminario 23, El Sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, pp.17-18.
- E. Ionesco, El rinoceronte, Losada.
- Lacan, J «Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis», en Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 1988, p. 243.
- Ibídem.
- Lacan, J. «Conferencia del 1 de diciembre de 1975 en la Columbia University».
- Lacan, J. «Acto de Fundación», en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires 2013
- Ibíd., p. 248.
- Laurent, E. «Su control y el nuestro. En: Freudiana No30, Barcelona, 2000.
- Miller, J-A. El banquete de los analistas, Paidós, Buenos Aires, 2000.
- Freud, S. «¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la Universidad?», en Obras Completas, Amorrortu, t. XVII, Buenos Aires, 1990.