Interpreto la invitación a este encuentro como un espacio para contar la experiencia en el cartel del que formé parte, y si hubo en ese tránsito la inscripción de un rasgo.
Hasta allí había integrado un grupo de supervisión e investigación en clínica carcelaria con Irene Greiser, en la modalidad de taller, alojando eso con que nos encontrábamos en la consulta.
Fui en búsqueda de pensar lo penal, lo crimino-lógico, y me encontré con lo que siempre inevitablemente nos encontramos: un caso. Me sorprendía encontrar casos, poder extraer de ese encuentro ‑casi siempre movilizante‑ la posibilidad de una intervención analítica.
El tema del cartel , «El Psicoanálisis en los dispositivos jurídicos asistenciales», incluyó a colegas de distintas instituciones: institución carcelaria, Juzgado de familia, Oficina de Resolución Alternativa de Conflictos Penales, Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales (UBA), Centro de Asistencia a la Víctima del Delito, etc. Un dispositivo de trabajo en el que nos anudaba una pregunta común: ¿qué hacer ahí?
La conformación de dicho cartel fue efecto de la intervención escuchada en boca de quien deviniera más uno:»Júntense para hacer algo».
Por mi parte, partí de una pregunta clínica relativa a la acción lacaniana: ¿Cómo recortar el individuo de la masa? Nombrando el rasgo en su punto de partida, «La Paranoia y el lazo paranoico en la institución carcelaria», a partir de un caso clínico que continuaría en tratamiento por fuera de la institución hasta la actualidad.
La máxima «un psicoanalista solo puede hacer control social», escuchada en los pasillos y de algún psicoanalista especializado en el tema, nos dejaba fuera de juego.
Los comentarios de compañeros de trabajo, el «¿que querés hacer ahí?» O incluso de algunos colegas psicoanalistas: «¿por qué escuchar este tipo de pacientes?»
El efecto de esa lectura, escucho, lleva inevitablemente a detener toda interrogación de la práctica posible, allí. Pareciera provocar lo que en sí mismo denuncia, una posición de complicidad institucional.
¿De qué manera el analista podría hacerse presente para que su intervención no quede diluida ni confundida con los otros discursos?
Como dice Lacan: «menos para decir nuestra contribución al estudio de la delincuencia (expuestas en otros informes) que para fijar sus límites legítimos, y no ciertamente para propagar la letra de nuestra doctrina sin preocupación de método, sino para repensarla, como nos es recomendado hacerlo incesantemente en función de un nuevo objeto«. [1]
El cartel me dio la posibilidad de pensar orientaciones posibles, desde interpretar la demanda de quien nos convoca ‑como estamos habituados en psicoanálisis‑ y de apostar a extraer un sujeto de la masa.
Pude verificar la extracción de ese sujeto en particular, de la masa carcelaria, y transmitir dicho recorte en la producción final presentado en XXII Jornadas Nacionales de carteles realizadas en la ciudad de La Plata; pero antes el caso fue transmitido en el Seminario de casuística lacaniana: «Cuerpo, goce y superyo», en el Departamento de estudios psicoanalíticos del Cuerpo. Así mismo el recorte de este caso formó parte de la casuística del libro Irene Greiser Psicoanálisis sin diván.
El rasgo, si bien en su enunciado es el mismo al principio y al final, mi paso por el cartel provocó además de las ya consignadas, otras elaboraciones, en otros ámbitos.
Mariela E. Sánchez
NOTAS
- Lacan, J.:»Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología» (1950), siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 1987, pág 129.