Noche de biblioteca
Reseña Actividad 27 de Junio de 2018, EOL Sección La Plata
El pasado miércoles 27 de junio, bajo el título «¿Que traduce el traductor?» asistimos a la Primera Noche de Biblioteca de este año. Coordinada por Gisèle Ringuelet contó con la presencia de Silvina Molina, Gerardo Arenas y Ana María Gentile (Doctora en Ciencias del Lenguaje).
Silvina Molina inicia su exposición con una pregunta: ¿para qué el analista traduciría si sabe de la (im)posibilidad de la traducción, de la incompatibilidad del goce con el significante? «¿El analista no es aquel que se dio cuenta de que no hay relación entre S1 y S2 y que en todo caso es la escritura de la novela la que encuentra distintas traducciones/interpretaciones a pesar de saber que ya no se encontrará ningún sentido último?». Sin embargo, subraya, se trata de traducir hasta donde sea posible, o bien hasta lo imposible reconociendo los límites de la traducción, es decir sabiendo que algo siempre se pierde en ella. Así tomando como referencia a Beckett, y a la poesía en sí misma, nos refiere que en la traducción como en la poesía se trata de las palabras con sus significados, la música (ritmos y sonidos) y el croak (graznido). Se traduce entonces, música y poesía.
Interrogada por aquello que se pierde, lo que no se traduce, Silvina se lanza a una vasta lectura de distintos autores deslizándose casi inadvertidamente hacia la poesía: «Después de todo cómo decir eso que pasa cuando se traduce psicoanálisis, sino es por un esfuerzo de poesía», argumenta. Causada por su pregunta inaugural, ¿Qué se traduce cuando se traduce?, nos refiere que pasamos la vida interpretando, desde la interpretación de una obra musical por los actores, pasando por la interpretación de Freud a sus histéricas y de Lacan a Freud, así como de Miller a Lacan y de este a sus traductores. Como así también, yendo más lejos, somos interpretados desde nuestras primeras palabras y silencios o notas de la niñez. Admitamos entonces que «hay una tendencia incurable hacia el sentido que nos habita en el mejor de los casos y de la que enfermamos».
Por su parte, Gerardo Arenas dice que el traductor es el que traduce el sentido de algo existente, incluso antes de nacer. Se sirve como ejemplo del debate actual del aborto donde las posiciones se dividen en si la mujer gestante tiene derecho o no a interpretar, traducir y leer a ese embrión como un quiste a extirpar, o bien, como un hijo a criar.
También se interpreta, se traduce y se lee después de la muerte. Así nos comenta como la tragedia de Tietes escrita por Séneca el Joven en el siglo I sigue siendo traducida, interpretada y leída 2000 años después como lo muestra una reciente obra llevada a cabo en el teatro Cervantes de Buenos Aires: «Atreo y Tiestes».
Ahora, nuestras vidas como humanos, como cuerpos hablantes dependen de la lectura, de la traducción, de lo que el Otro interpreta de nuestro «chillido», eso que Freud denominaba, Verständigung. Con el par significante S1-S2 Lacan formaliza esta transformación del grito en llamado por el Otro. La carencia del significante en el Otro forzará al sujeto a traducir, leer e interpretar con su fantasma. Por ello los analistas deben analizarse, para independizarse de fantasma para no desviarse por él en la escucha y búsqueda de lo singular del analizante en cuestión. Es justamente aquí con la singularidad donde ya no se puede sostener la equivalencia que adrede utiliza Gerardo entre traducir, leer e interpretar. Haciendo referencia al escrito «Lo inconsciente» –de Freud– y RSI Gerardo da cuenta que siempre hay algo de intraducible a la hora de leer un síntoma. Leer nos remite a la letra, aquella que traduce salvajemente y arbitrariamente el síntoma que no cesa de escribir un significante amo. Refiere entonces que leer la letra del síntoma es interpretarla sin traducir.
En tercer término, Ana María Gentile nos ofrece «una reflexión traductológica». Centrándose en el estudio del psicoanálisis como un hecho de lengua hace un pasaje por la traducción poética, puesto que esta analogía servirá para la traducción de esta disciplina que «ha marcado el desarrollo cultural del siglo XX en diferentes campos como la literatura, el cine o la medicina», generando una red de términos y de conceptos propios. Nos comenta que la dificultad de traducir la obra freudiana al francés se debe en parte a cuestiones propias del modo en que Freud utilizó los términos, puesto que muchos son tomados de otras disciplinas y otros del lenguaje cotidiano convirtiéndolos en conceptos centrales en su obra.
Por otra parte, Jacques Lacan en su tarea de releer a Freud se encuentra con varios problemas propios de traducción, pero además en su propósito de proteger la terminología analítica de la trivialización recurre a un lenguaje hermético, en clave, utilizando las matemáticas como modo de formalización y traducción, Así como también recurrió a la invención de neologismos y «calembours».
Haciendo un recorrido histórico, Ana María nos muestra como fue acogido el psicoanálisis en nuestro país, que, por diferentes situaciones coyunturales, llegó éste a ser considerado como una «epidemia», una moda. Cuestión que tiene su implicancia en traducción misma. Dejando claro que algo se pierde en la traducción y en la retraducción, lejos de la renuncia frente a la imposibilidad de traducir esto contribuye a una producción teórica tan inagotable como apasionante.
Las intervenciones del auditorio fueron numerosas especialmente con relación a aquello que se pierde en cada traducción, sobre lo que no se traduce, sobre lo imposible. Pero también surgió la opinión compartida por los expositores que también se gana en precisiones y poesía, existiendo traducciones que superan a los textos originales en ese sentido. Así se generaron más preguntas de las que ya había en las presentaciones dando lugar a un intercambio entre el público y los trabajos de cada participante verdaderamente enriquecedor.
Agustín Barandiarán